Aquí, allá y acullá
Y con un poco de suerte, un poquito más acá...
jueves, 22 de agosto de 2013
Nino
domingo, 21 de abril de 2013
The Cure en Lima: cuando los sueños se hacen realidad
Robert Smith, el mítico líder de The Cure, finalmente en Lima Foto: Miguel Bellido - elcomercio.pe |
Robert y compañía "dejaron todo en la cancha" con más de tres horas y media de la mejor música Foto: Miguel Bellido - elcomercio.pe |
lunes, 11 de marzo de 2013
Mi primer 10K
Mi primer 10k: arrancó y terminó donde dice 4km (sí, pasamos 3 veces por ahí) Al final el tiempo oficial fue 1.13.39, un éxito total. |
Lo primero es llegar y ver de tres a cuatro mil personas pasándolo bien, muchos de ellos incluso calentando al ritmo de zumba y de cross fit. Calentar, pensaba yo, estoy suficientemente tenso como para doblar siquiera la pierna, y ésta gente saltando y bailando... Luego caminamos hacia el punto de partida y allí pude palpar de primera mano el entusiasmo con el que viven estas carreras las personas para las cuáles participar en las mismas ya no es novedad -como en mi caso- sino un estilo de vida: hay grupos, muchos grupos de corredores que practican diaria o semanalmente y hasta están organizados: tienen nombre, camisetas que los identifican, inclusive un líder con un cartel que indica el tiempo que tienen previsto hacer en la competencia. Por allí el cartel de una hora, por acá el de 1.15. Como yo nunca he corrido 10 kilómetros, no tengo la menor idea del tiempo que puedo hacer -para ser franco, ni siquiera tengo idea si terminaré la competencia- pero se me hacen tiempos dificilísimos. Obvio también veo muchos grupos de amigos, o familias que sin una organización particular están ahí para pasarlo bien, y muchos con pinta de corredor menos experimentado, o sencillamente debutantes como yo.
De tanto hidratarme previo a la carrera, al momento del inicio tenía unas ganas enormes de ir al baño, pero tenía que estar loco para moverme de ese mar de gente y del lado de mi amiga que me había motivado hasta el cansancio para que corra la carrera. Ya se me pasará pensé, sin saber que correría casi todos los diez kilómetros con esas mismas ganas...ya en los dos kilómetros finales ni me acordé, tan concentrado que estaba en llegar a la meta.
Antes de iniciar la carrera |
4222 inscritos, entusiasmo al por mayor (Foto: Facebook de Kilometros por la Educación) |
En el camino uno ve cosas de todo tipo, de esas que conmueven y hacer reflexionar. Por un lado, la gente al costado del camino alentando, o los propios corredores que alientan a quien entienden lo necesita, mucha solidaridad. Por el otro los competidores en silla de ruedas, ejemplo de vida sin duda alguna, aunque yo me quedo con aquel señor que, bandera dominicana en mano, participó a los saltos, porque sólamente cuenta con un pie y una mano. Me emocionó. Yo lo pasé y lo dejé atrás, luego de darle ánimo junto al resto de los que pasaban conmigo, pero estoy seguro que debe haber hecho todo el esfuerzo para llegar a la meta, en su tiempo y en sus condiciones, dejando todo por hacerlo. Casos que le recuerdan a uno que más que no poder, lo que suele sucedernos es que no queremos o ni siquiera intentamos, que el límite nos lo ponemos nosotros mismos.
Un ejemplo admirable, la foto se explica sóla, las palabras sobran (Foto: Facebook de GatoradeRD) |
Pero cuando llegué a la señal del kilómetro 9 tuve un pequeño momento de desconcierto. De repente me sentí corriendo apresurado, saliéndome de mi paso. La emoción seguramente. Nuevamente reagrupé fuerzas, ordené ideas y volví a mi ritmo hasta que comencé a ver la meta a lo lejos y a escuchar la canción de Rocky en los parlantes del estrado principal. Admito que me emocioné, se me puso la piel de erizo, se me hizo un nudo en la garganta y ahí sí apuré el paso. Y cuando crucé la meta grité par de malas palabras más propias de celebración de gol en el estadio que de pichón de maratonista. Pero me salieron del alma, y con lo alta que estaba la música con suerte sólo me escucharon en par de cuadras a la redonda. Lo había logrado. Era un reto personal y lo había cumplido. Por primera vez en mi vida corrí diez kilómetros. Y encima no lo hice mal: 1.12.50 me indicó el Run Keeper, 1.13.39 fue el tiempo oficial que consta en la página de Gatorade. ¡En menos de aquel 1.15 que me había parecido de marcianos antes de la carrera!
Y me di el gustazo... esa medalla vale oro |
Después el desorden para recoger la medalla -pequeño detalle que puede mejorarse para el año que viene-; simbólica medalla que conservaré con mucho cariño. Si algún día corro otras 10k, ésta siempre será la primera y por ende, siempre la tendré grabada como un momento donde vencí los límites auto impuestos...y claro, me dí un gustazo del carajo.
* Gracias Rossi, Lissette, Aida, Juan Carlos... por la insistencia y los consejos, valieron la pena. Y gracias a Dios y a la Madre, siempre.
miércoles, 8 de diciembre de 2010
María, Lennon y Los Potrillos
De María, mi Madre, ¿qué puedo decir? Que en mi vida siempre he sentido su amoroso manto de amor e intercesión por mí ante su Hijo. No habrá sido casualidad haber estudiado en un colegio “Marista”, ni el hecho que ya mayor en mi permanente –y no pocas veces fallida- búsqueda de coherencia entre lo que hago y lo que digo y profeso, su figura y su ejemplo de fe, confianza y abandono en Dios, sean un aliciente para continuar en el intento. Cada 8 de diciembre, mi primer pensamiento al despertar está dirigido a saludarla en su fiesta de la Inmaculada Concepción. De María podría escribir interminables párrafos. Hoy me basta con dejar en claro que la venero con devoción y que doy Gracias a Dios por Ella, mi Madre María.
En 1980 era poco y nada lo que yo sabía de The Beatles, así que no voy a venir a decir que recordaba lo que hacía cuando me enteré de la noticia de la muerte de John Lennon. Recuerdo sí, que leí la noticia o la vi en la tele y que en aquel momento lo que me pareció más incomprensible fue que el asesino, Mark David Chapman, le había pedido un autógrafo par de horas antes, como inmortalizó una foto de Paul Goresh. Aprendí a disfrutar de la música de The Beatles muchos años después, y mientras más pasan los años, más disfruto y valoro la dimensión que dicho grupo tuvo en la música de nuestro tiempo. No cabe duda alguna que hay un antes y un después de Lennon, Mc Cartney, Harrison y Starr. A treinta años de su temprana y absurda desaparición, la figura de Lennon se hace más mítica y legendaria y como sucede con figuras de esa relevancia y de trágico final, se resalta –y hasta exagera- lo bueno, y se deja de lado lo malo o lo polémico. Como personaje, Lennon no deja de ser tan ángel como demonio, como refiere Diego A. Manrique, pero al que a mí me interesa recordar siempre es a John, el artista, el genial miembro de The Beatles. Lo bueno con la música es que ahí están los LPs, cassettes, discos compactos y ahora hasta iTunes, para dejar constancia imperecedera de tantas buenas canciones.
Lo que sí recuerdo, y nunca podré olvidar, es como viví aquel 8 pero sobre todo, el 9 de diciembre de 1987. Del 8 –feriado en Perú- recuerdo que escuché en casa de mi adorada abuelita el resultado del partido en Ovación “un Perú en sintonía” y con la alegría de saber que Alianza ganó en Pucallpa y que el equipo de Marcos Calderón se afianzaba en el campeonato, fui con la familia a escuchar Misa de la Inmaculada Concepción a las 8 de la noche en la parroquia Santa Rita de Casia. Recuerdo el detalle porque durante los meses siguientes me atormentó la idea que en el mismo momento que escuchaba misa, los jugadores de mi querido Alianza morían en un trágico accedente.
El 9 vuelve a mí con una claridad de High Definition. Mi hermana susurrándome que “están buscando el avión de Alianza que no aparece”, el brusco despertar para ver Buenos Días Perú y poder escuchar en algún momento la noticia esperada: que el avión había sido encontrado y todos estaban bien. La realidad que le pega un cachetazo a la esperanza cuando las primeras noticias confirman la caída del avión y la aparición de dos cuerpos, uno de ellos del utilero Andrés Eche. La bronca de saber que el avión llegó a pasar por el aeropuerto, pero debió dar una vuelta adicional y allí se produjo la tragedia. El estado de negación de la realidad en el que me sumí: estaba pasando, pero tenía que ser una película, eso no podía ser verdad. Prender la radio para escuchar “La mañana de El Veco” y que el entrañable periodista uruguayo me dijera que lo anterior era una broma de mal gusto; pero no. Sólo encuentro a don Emilio quebrándose y rompiendo en llanto al comentar la noticia. Para un adolescente apasionado de forma radical con el fútbol y aliancista hasta el tuétano se derrumba el mundo y cae la noche aunque apenas estemos por llegar al mediodía. Recluido en mi cuarto, continúe escuchando la radio (que en esas épocas sin cable y sin internet, realmente estaba “más cerca de la gente”). Quería que RPP, Radio Cora, Panamericana, alguien me dijera que todo era una pesadilla y que mi hermana no me había despertado, sino que seguía viviendo un mal sueño del que en algún momento tendría que despertar. Si hasta terminé escuchando al polémico Tito Navarro. Para qué, escucharlo conmovido y sin palabras, justo a él, sólo sirvió para apesadumbrarme más. No recuerdo haber comido. Recuerdo haber vivido con un nudo en la garganta que se rompió para dar paso a las lágrimas interminables cuando escuché a Didí llorar en Ovación entrevistado por Pocho Rospigliosi, mientras recordaba a sus muchachos, a sus potrillos (aún hoy me estremezco al escribir ese recuerdo).
Debo haber quedado en estado de shock por muchos días. Ya de vacaciones en el colegio sólo pasaba los días pegado a la radio y al televisor esperando que aparezcan los benditos cuerpos que el mar se negaba a devolver. Recuerdo el estadio, aquellos arreglos florales en la cancha en la posición de cada jugador, aquel partido contra Independiente de Avellaneda a estadio lleno, mezclando el aliento con las lágrimas. Esas lágrimas que hicieron que mi padre me advirtiera que dejaría de ver televisión si seguía hecho una magdalena ante la noticia de un nuevo jugador aparecido, porque me estaban haciendo daño. Ese mismo padre –otro aliancista empedernido- que apenas una noche después de esa advertencia, lloraba como un niño junto a mí frente a la tele al ver en “90 segundos” la aparición y sepelio del querido José “Caíco” González Ganoza, que con sus 33 años, era el más “viejo” de los jugadores que se fueron para no volver.
A la distancia, con más años y menos apasionamientos, con mayor frialdad, uno hasta se sorprende de cómo pudo haberle afectado tanto esa tragedia. Pero seguramente, si tuviera la misma edad, en las mismas circunstancias, me hubiera afectado como sucedió. Después de todo se dice que el fútbol es un sentimiento y los sentimientos te hacen reír, y te hacen llorar. Otros dicen que es un arte, y el arte conmueve. Así que esas lágrimas bien vertidas estuvieron y esa pena tuvo razón de ser, así como este recuerdo nunca estará demás.
Me parece increíble que, como si fuera un soplo de vida, ya hayan transcurrido 23 años desde aquella fatídica jornada. Y sin embargo, no hay 8 de diciembre en el que no haga una oración por el descanso eterno de todos los fallecidos en aquel accidente, pero en especial por el Chueco Marcos, Caíco, Sussoni, Pechito, Reyes, Watson, Tejada, Mendoza, Peña, Chamochumbi, Cavero, Garretón, Tomassini, León, y los inolvidables potrillos José Casanova, Carlitos “Pacho” Bustamante, y el 19, Luis Antonio “El Potrillo” Escobar. Todos ellos, siempre presentes en mi corazón aliancista.
8 de diciembre. Menuda fecha, vaya que sí.
* Imagen de la Inmaculada Concepción disponible aquí.
* Imagen de John Lennon disponible aquí.
* Imagen de Alianza Lima del 8 de diciembre de 1987 disponible aquí.
lunes, 6 de diciembre de 2010
Lunes color amarillo
viernes, 3 de septiembre de 2010
Paternidad
Hace dos semanas que soy padre. Ergo, si no soy la persona más feliz del mundo, por lo menos choca en el palo. Lo curioso es que ante uno de los eventos más hermosos y trascendentales de mi vida, me he quedado sin palabras. O quizás más que ello, lo que sucede es que no encuentro la palabra exacta que pueda transmitir lo exultante e indescriptible del sentimiento que vivo.
Eso sí, la experiencia me permite reafirmar y descubrir una serie de situaciones. Primero, mi fe en Dios más fortalecida que nunca por tantas bendiciones y por la impresionante experiencia de la concepción, el embarazo y el parto natural. Dios Padre Creador. Luego mi admiración a la mujer, en especial a mi esposa ciertamente, aumentada de forma exponencial. La bendición de ser madre tiene su prueba de fuego con un inicio en donde la mujer saca fuerzas y aguanta con valor, con pundonor y sobre todo con mucho amor. Dios bendiga a la mujer. De hecho mujer también fue la doctora que atendió el parto, una estrella, una fuoriclasse . Y por otro lado, comienza el inevitable camino de descubrir y valorar en un modo distinto, más íntimo, menos superficial, más profundo, a mis padres. Apenas en quince días uno empieza a ver, sentir, escuchar, palpar de una forma nueva, con un inevitable tufillo paternal. Y ahora es que recién se empieza a desandar el camino.
Y en medio de tantas sensaciones, sentimientos y pensamientos, esta mi hijo. Una creación y una bendición de Dios, tan vulnerable como hermoso, tan frágil como despierto, único hasta lo inigualable. Benditas sean los trasnoches a punta de cambios de pañales y acompañar a mi esposa mientras lo alimenta. Que duren para siempre aquellos momentos donde esa cabecita de pelitos lacios y oscuros, decide descansar confiada en mi hombro.
Quien sabe, quizás las horas muertas en las que quedo absorto simplemente mirándolo dormir puedan ser mejor testimonio que diez mil palabras, de todo lo que él significa para mí.
Te amo hijo mío, bendición de Dios.
Imagen disponible aquí
Nada personal
Seguimos haciendo fuerza por ti Gustavo. Y digo seguimos porque somos mucho más que dos. Ya van casi cuatro meses desde tu viaje particular, tan único, tan especial y nosotros, egoístas al fin, desesperamos porque vuelvas y nos cuentes lo que viviste por allá. Como si no nos hubieras regalado suficiente con tu música, queremos que vuelvas, en el séptimo día o en un millón de años luz, pero que vuelvas por acá. Egoístas, eso es lo que somos. Quien sabe si lo único que quieres es que como tantas veces nos dijiste En Remolinos, te dejemos vivir este sueño, el mejor que has tenido. Fuerza Cerati.
Imagen disponibles en Facebook oficial de Gustavo