lunes, 17 de septiembre de 2007

El Hijo Pródigo


La parábola del Hijo Pródigo (Lucas, 15, 11-32) es sin duda alguna uno de mis pasajes favoritos de la Biblia. En mi condición de católico que intenta serlo de obra y no sólo de palabra, he leído dicho texto en más de una oportunidad. Y ciertamente, mientras más lo leo, más me seduce el mensaje del mismo.

No soy muy original en lo de dejarme seducir por el mismo. Henri Nouwen, un sacerdote holandés de profunda espiritualidad, nos dejó un hermoso libro que recomiendo a quien esté interesado, llamado "El Regreso del Hijo Pródigo", un hermoso y profundo análisis de la parábola. No es que sea el único libro sobre el tema, y a lo mejor alguien más ilustrado en la materia concluye que tampoco sea el más completo, pero es un texto imperdible, aún para quienes no profesan religión alguna.

Y es que Nouwen, parte su análisis, no desde el texto mismo de la parábola, sino de la creación artística de uno de los grandes pintores de todos los tiempos, que tampoco pudo evadir el particular encanto del pasaje bíblico, otro holandés: Rembrandt; éste dibujó, en 1662, casi en el ocaso de su vida, una obra del mismo nombre de profundo contenido en cada una de sus imágenes.

No era la primera vez que el pintor holandés dedicaba su obra al Hijo Pródigo. Ya en 1635 dibujó a dicho personaje en una taberna. Pero, la particularidad de la segunda obra es que la misma se concibe precisamente cuando la vida de Rembrandt ha sufrido los embates de una serie de tragedias, y también en medio del descalabro económico dentro del cual concluyo su existencia. Nouwen parte de ese punto para elaborar un emotivo y sentido análisis de la pintura, la cual tuvo la suerte de contemplar en San Petersburgo. Y luego a partir de la obra, se introduce en el análisis de la parábola y sus distintos personajes.

La parábola es hermosa aún si la circunscribimos al aspecto netamente literario, pero obviamente se enriquece de manera indescriptible al descubrir tras la misma el mensaje que Jesús nos deja a quienes creemos en El. De forma fascinante, cada lectura permite descubrir detalles que uno no había tenido en cuenta en la lectura anterior. Y dentro de los mismos, particularmente me emociona el descubrimiento que Jesús nos hace del Padre. Desmitificando prejuicios con respecto a un Padre castigador, intratable y tenebroso, deja al descubierto a un Padre poderoso en su amor y dentro de ese amor en la impresionante misericordia que guarda para con sus hijos. Con el que regresa luego de haberle faltado como el pródigo, y con el que se ha quedado ciego a su amor, sin ver que todo lo del Padre es suyo. Conmueve ver a ese Padre, a la espera de sus hijos y saliendo a buscarlos antes que ellos lleguen al hogar ("Mientras el arrepentimiento anda a su lento paso, la misericordia corre, vuela, precipita las etapas, anticipa el perdón, manda delante, como un heraldo, la alegría" Cabodevilla). Así, el relato dice que el Padre al ver a su hijo a lo lejos "...lo vio y sintió compasión; corrió a echarse a su cuello y lo besó. ..." ¡Cuánto amor!

Definitivamente es un Padre pródigo en amor, en misericordia, en bondad. Un amor que fluye de forma indubitable e interminable para todos los que se dejen bañar por El.

Charles Peguy, el poeta y escritor francés que murió peleando en Marne en la I Guerra Mundial, dejo unos versos hermosos que no tienen pierde, sobre la parábola del Hijo Pródigo en su libro Les Mysteres, con el cual concluyo este breve comentario, el cual no tuvo ninguna intención que no sea el compartir simplemente la emoción y alegría que me produce el escuchar y leer este pasaje:

"Había una gran procesión y en cabeza iban las tres parábolas:
la parábola de la oveja perdida,
la parábola de la dracma perdida,
la parábola del hijo perdido.
Pero lo mismo que un hijo es más querido que una oveja
e infinitamente más querido que una moneda,
así la tercera parábola, la del hijo perdido,
es más bella y querida y más grande que las otras parábolas...
Entre todas, entre las tres, la tercera parábola avanza...
Desde hace dos mil años ha hecho llorar a innumerables hombres...
Ha tocado un punto único, secreto, misterioso.
Ha tocado en el corazón.
Es la palabra de Jesús que ha llegado más lejos,
la que ha tenido más fortuna temporal y eterna.
Es célebre incluso los impíos.
Quizás es la única palabra que permanece clavada en el corazón del impío
como un clavo de ternura".

(Imagen: El Regreso del Hijo Pródigo - Rembrandt, 1662)

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Hace quince años


Sábado 12 de Septiembre. 1992. Luego de compartir un momento con los amigos y compañeros de la universidad, cerrando con su respectivo pollito a la brasa con papas fritas en la Av. Primavera, vuelvo a casa. En Lima va cayendo la noche acompañada del agradable vientecillo que anuncia la paulatina despedida del otoño y la inminente llegada de la estación del amor y la alegría: la primavera. Epoca en la que el cielo limeño del eterno color gris panza de burro se deja acariciar por el azul celeste de los cielos donde el sol gobierna en todo su esplendor y en consecuencia los atardeceres se hacen hermosos, especialmente si uno tiene la posibilidad de verlos desde el malecón, donde el sol se refleja en unión imperdible con el Océano Pacífico.

Luego de un duchazo, me planto frente al televisor. La tv por cable es algo aún desconocido por la mayoría de peruanos, y en consecuencia hay que arreglárselas con la programación local. Lo más rescatable: una pelea de box. Macho Camacho defiende su corona y el reto promete estar interesante. De repente, a mitad de la pelea, una interrupción. "Flash de último minuto". Ufa, pensé, y ahora donde fue el atentado o a quien habrán matado. Después de todo los flashes aquellos nunca traían buenas noticias. Al menos no desde hace larguísimos doce años.

Pero esa noche sí. Aunque la noticia era demasiado buena para creerla. "Cayo Abimael Guzmán". Incredulidad, escepticismo. Nahhh, es demasiado bello para ser cierto. Pero hoy no es día de los inocentes, como puede ser que ... "Más detalles en breve". ¿Será verdad? La pelea continúa pero apenas si le presto atención. Sólo miro una y otra vez el pequeño cintillo que corre debajo de la pantalla una y otra vez con la noticia "Fue apresado el cabecilla de la banda terrorista Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, hoy en Surquillo. Más detalles en breve". Una y otra vez...

Los pensamientos vuelven entonces la mirada atrás. De un modo muy rápido y violento. Como fue toda esa década previa. Violenta. Y se recuerda aquellos inicios de los 80's donde a lo lejos llegaban las noticias de pequeño brotes de violencia 'de campesinos', allá a lo lejos, en Ayacucho. Imposible olvidar la matanza de 8 periodistas en Ucchuraccay, en enero del 83. Imposible para mí, porque cuando ví aquellas escenas impropias para un niño, me descubrí teniendo pesadillas toda la bendita noche viendo una y otra vez los cuerpos maltradados de aquellos hombres. Sin darse cuenta, el inicio del proceso de volverse insensible. Del espanto de aquellas primeras planas que hablaban y mostraban muertos por atentados terroristas, a la inadmisible pero inevitable realidad de verlo como una costumbre en el medio de comunicación que fuera. Pasar a formar parte de la generación que creció en medio del terror. Entre bombas y apagones, entre torres dinamitadas y hoz y martillo brillando en la loma de los cerros que rodean la capital, entre crisis e ineficacia para hacer algo.
El recuerdo lleva a ver como poco a poco aquellos atentados, aquella sangre, aquella violenta, se acercó de forma inexorable a la capital. Y entonces sí, finales de los ochenta, los limeños empezamos a sentir en carne propia lo que nuestros compatriotas de la sierra venían sufriendo desde hace muchos años. Y entonces, el terror, el miedo. Y pum, el salvaje atentado al Canal 2. Y entonces el desconcierto, la inseguridad en grado pleno. Y re pum, el brutal atentado de la calle Tarata, en el mismísimo centro de una de las zonas más visitadas de Lima que remeció los cimientos de mi casa, cercana a la zona, que destruyó los sueños de muchas personas que murieron aquel 16 de julio del 92, que nos sumió en la más terrible sensación de abandono, con la paranoia al máximo, sin saber si el auto junto al cual cruzábamos o el paquete de basura a las afueras de la casa de al lado, eran en realidad artefactos que traían consigo muerte y destrucción.

Tantos recuerdos... imposible meterlos todos en tan pocas líneas...tanto dolor... por eso resultaba imposible creer que de repente la luz se abría en medio de la oscuridad, el caos y el terror.

Pero era verdad. Guzmán había caído. Y aquel 12 de septiembre fue el inicio del fin para él. Y fue un día de recogijo. No sé si de fiesta pero sí de alivio. Recuerdo al día siguiente las banderas peruanas flameando en los techos de las casas, como si fuera un 28 de Julio. Recuerdo los comentarios de la gente. Recuerdo que ese domingo 13 fue especial, como nunca y después de mucho tiempo la gente sonreía a mandíbula batiente. Sí, era alegría y si no lo era, pues era alivio.
Ya después el Perú volvería a enfrentarse a sus cuitas. Otra vez se sentaría cual mendigo en un banco de oro como lo retrató Raimondi. Los problemas de cada día seguirían igual. Con sus (des) gobenantes y políticos que hacen de la política un enredo del cual los griegos estarían avergonzados. Hasta con rebrotes aislados de una violencia terrorista que, derrotada, se alió al narcotráfico de la selva peruana. La esperanza y la frustración volverían a turnarse.

Pero ese día fue especial. Al menos para mí. Porque suspiré. Y en ese suspiro boté doce larguísimos años de bronca, impotencia, miedo y dolor. Era justo y necesario.

Y sí, al día siguiente, en medio del gris del cielo limeño marca registrada, más alegre que nunca, se animó a salir el sol. Y que curioso, ese día, también suspiraba y sonreía, como yo.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Quisiera ver cuando las luces se apagan


Me gustaría ver cuando muera
para saber que se siente estando muerto
y que sienten los demás entorno a mí.

Me gustaría ver cuando muera
para saber cuanto me amó la gente que me odió.
cuando me odió la gente que me amó.
cuanto hice sufrir al que nunca se quejó.
cuanto fingió el que siempre me aduló.
cuál de las mujeres que amé en silencio me amó,
cuál de mis amigos no lo era y me engañó.

Cuando yo ya no esté aquí,
cuando esté lejos de aquí,
cuando las luces se apaguen para mí.

Me gustaría ver cuando muera,
espiar en secreto mi velorio,
escuchar emocionado el Rosario,
asistir desde lo incierto a mi entierro,
para saber quien me cargó,
para saber quien las flores me dejó,
para saber si finalmente alguien selló el lugar de mi descanso.

Y también me gustaría ver los días siguientes,
para observar como la rutina mitiga el dolor,
y como lo cotidiano destroza mi recuerdo.

29.01.97
(Por ahora se cierra el archivo oscuro...pero todavía quedan escritos del pasado, que sin duda publicaré en el futuro...)

(Imagen: Autumn Song de Laurie Maitland)

lunes, 27 de agosto de 2007

Nombrarte y Soñarte


Lejos del mundanal ruido
en el silencio de la noche
hablo.
Y al pronunciar tu nombre
una estrella fugaz se descubre al horizonte.

La sola sensación de nombrarte
en el silencio de las sombras,
ilumina mis palabras
y es que hablar de tí
es lo mismo que iluminar mi camino.

Resulta mágico el pronunciarte
y más aún el repetirte.
Inocente forma de tenerte a mi lado
al dormir junto a mi almohada.
Preámbulo ingenuo del soñar contigo,
de despertar al empezar a dormir que es el soñarte.

Me duermo,
y entonces las palabras dan lugar al paraíso,
el infinito placer de encontrarme contigo,
la inocultable derrota de la soledad en sueños,
la indestructible relación entre tu y yo a plenitud.

Y en medio de una noche así,
el corazón y la mente se encuentran en la enorme paradoja,
de querer seguir viviendo sin despertar nunca más.

28.06.99
(Otro rescate del archivo oscuro... y como ya la musa está volviendo, supongo que la próxima entrada dejaré el archivo en paz por un rato... por ahora la musa vino deportiva...)

(Imagen: Blown Away de Steigman)

domingo, 26 de agosto de 2007

Sin Cura


The Cure es mi grupo musical de toda la vida (basta ver cual es el título del blog). Algún día le dedicaré una entrada a ese romance tan particular que se inició allá a finales de los ochenta. Hoy no. Y es que cuando por fin se dieron las circunstancias para verlos y me animé a comprar un pasaje, a usar internet para comprar un ticket y finalmente todo estaba listo para verlos en septiembre en USA y cumplir como se dice en Argentina 'el sueño del pibe', ¡plaf!... los chicos que no lloran decidieron posponer su gira hasta el otro año.

Debo estar volviéndome viejo porque me lo tomé con demasiada naturalidad. Me dije 'Bueno...si no es no es...sin duda alguna ese viaje en ese momento no me convenía, Dios sabe lo que hace'. Y ya. No more drama. Bueno, también que cuando se tiene en la piel todavía la herida grandísima de episodios como el terremoto, uno tiene bastante claro que hay que darle a las cosas su justa dimensión.

Sí, es cierto, resulta que los muchachos darán tres conciertos en México en octubre, pero ¿la verdad? uno nunca sabe y en una de esas.... bah, si me preguntan hoy creo que dejaré el tema ahí... tal parece que como dice una de las canciones de Robert y compañía, el poder verlos en vivo, en mi caso es como 'to wish impossible things...and all I wish is gone away'.

( foto disponible en www.thecure.com )

miércoles, 22 de agosto de 2007

Entre el dolor y la tristeza surge la esperanza de la solidaridad


Mi musa inspiradora –si es que acaso tengo alguna-, parece estar todavía sepultada entre los escombros en algún lugar de Pisco, y si ya salió, espero sinceramente que su ausencia se deba a que está dando una mano ayudando a los damnificados por la tragedia que golpea al pueblo peruano, a mi pueblo. Pero aún sin ella, es hora de levantarse y de seguir porque como dice la remanida frase, la vida continúa, y en mi caso además, Dios me regaló el tener a mi familia y amigos ilesos así que ya estuvo bueno de persistir en una onda caracúlica que no me ayuda en nada a salir de ese sentimiento de enfermedad y opresión en el que ando oscilando desde el miércoles pasado y en el que tropiezo con cada noticia de réplicas -que por estos días se dejan percibir cuando menos con regularidad de una o dos diarias-.

Así que, disculpando la poca creatividad que pueda haber por estos días, no puedo seguir haciendo silencio respecto de las innumerables muestras de solidaridad que he recibido desde el referido miércoles 15, con motivo del terrible terremoto que ese día removió también hasta lo más profundo de mis entrañas.
Desde el primero momento se sucedieron las llamadas, los mails, los encuentros personales en donde la primera pregunta era indagar por mi familia. Amigos de aquellos que valen oro, compañeros de trabajo, gente de la Parroquia, gente que he conocido en el ejercicio de mi carrera profesional, mis siempre fieles amigos argentinos e inclusive solidarios 'bloggers' a quienes apenas estoy conociendo en este mundo tan nuevo y cuasi desconocido para mí que es el de las bitácoras virtuales. Todos ellos y muchos más me han desbordado de muestras de aprecio y solidaridad, de un modo tal que realmente me han confortado -y muchísimo- en medio de toda esta situación.

Un párrafo aparte se lo merece la gente dominicana. Me es difícil encontrar las palabras –recuérdese que la musa inspiradora está ausente-, para poder describir la forma en la que los dominicanos me han mostrado su solidaridad. No sé si mi familia y mis amigos lleguen a saberlo, pero de verdad, la cantidad de gente preocupada por ellos y que ora por ellos es inmensa. Y cuando les informé a los que pude que la embajada peruana está recibiendo donaciones, ahí mismo, muchos de ellos salieron a donar ropa, víveres y otros menesteres, o a hacer depósitos en las cuentas que se han abierto en el Scotia Bank -el comercial esta vez vale por el gesto de tener disponible la cuenta- de forma desinteresada y sincera. No han sido sólo mis amigos, compañeros o conocidos. Gente de la oficina con la que no he tratado o que nos hemos visto apenas alguna vez quizás en una reunión o en la cafetería, se ha acercado a preguntar por mi familia y a mostrarme su pesar por la tragedia. En la Parroquia, la gente además ha puesto en oración a la gente del Perú y en la misa del domingo, se hizo un emotivo pedido por las víctimas y damnificados del sismo. En resumen y a riesgo de ser mezquino en el recuento, las muestras de solidaridad se han seguido sucediendo sin parar.


De verdad, son muchas las cosas que me gustan de este país que me ha acogido tan generosamente. Ciertamente, también son varias las cosas que entiendo pueden y deben –en algún momento- mejorarse. Pero de lo que no me cabe duda –y esta experiencia me lo viene demostrando por si hiciera falta- es que el dominicano tiene un enorme corazón pródigo en solidaridad. Hoy quiero reconocer ello, con mi sincero agradecimiento a mis hermanos dominicanos, confiando a su vez que esa disposición en favor del prójimo se haga práctica común y sea una realidad más cotidiana también con la gente que sufre y pasa necesidad en esta hermosa isla, sin necesidad que haya tragedia alguna de por medio para que aflore dicha solidaridad. De hecho, creo que ésta última reflexión aplica para todos nosotros en cada uno de nuestros países, en donde hay muchísimas cosas en las que podemos –y debemos- ayudar. Basta ver cómo los peruanos mismos nos hemos desbordado en mil y un formas de colaboración con nuestros hermanos del sur chico... ¡si siempre actuáramos con ese desprendimiento y generosidad!... Nunca es tarde....quizás acaso esta tragedia sea un punto de partida...ojalá...ojalá.

Después de cada noche amanece. Es momento pues de levantarse para ver el sol en el horizonte y vivir el nuevo día que el Creador nos regala. Ahí vamos. Fuerza mi querido Perú.

Y a todos los que han mostrado su solidaridad, de corazón...Gracias.

(Foto de Reuters obtenida en www.yahoo.com)

jueves, 16 de agosto de 2007

Terremoto

Salgo de la Parroquia después de dedicarle un momento a María en este día de la Asunción y paso por la Funeraria. La abuelita de una amiga muy querida ha muerto. Me sorprende la paz de su rostro, es casi un angel que destila eso, paz. Es el rostro de alguien que sabe que va a encontrarse con Dios. Pocas veces ví un rostro inerte tan hermoso. Me recuerda a mi abue. Me transmite paz, sin saber que en breve iba a necesitar tanto de ella.

Suena el teléfono. Mi amigo Rafa. Me suelta el bombazo. ¿Te has comunicado con tu familia?. No, ¿Por...?. Ha habido un terremoto de 7.5 grados en tu país. ¿Quééééééé?. Gracias Rafa, hablamos luego, dejame llamar, dejame llamar. Me excuso un momento, salgo de la funeraria. La mano izquierda me tiembla vaya uno a saber porqué. Intento mantener la calma, pero la procesión va por dentro. Le pido fuerzas a Dios y le recuerdo que tengo a mi familia en su manos. Empieza la odisea telefónica. Obviamente, los servicios de comunicaciones están caídos. Llamo y llamo y nada. Llamada caída. Una y otra vez. Carajo. La mente trabaja a mil. Pensamientos que deben y no deben llegar se entremezclan en mi cabeza sin parar. Lo mejor y lo peor. Lo querido y lo temido. Querer estar allí y estar acá. Desear estar cerca y cuestionarme el estar tan lejos. El temor y la esperanza. Pero sobre todo la incertidumbre. La maldita incertidumbre.

Se me cae el celular. Me importa un bledo, aunque el aparatito apenas tenga un par de meses. Lo levanto. Ya está bautizado con par de raspones. Que me importa. Al menos sigue funcionando. Y vuelvo a insistir. Y Dios escucha mis plegarias poco a poco. Y ubico a mis hermanas, las que ya han hablado con mi padre así que también él está bien. Y mi sobrina claro, junto a ellas. Me falta mi madre. Y el teléfono nada. Cada minuto parece una eternidad. Y me dan ganas de probar si el teléfono aguanta otra caída pero esta vez intencional, de la bronca que tengo con las líneas inservibles. Qué culpa tendrá el aparatito. ¿La mano? incontrolable. En otra circunstancia me hubiera reído de mí mismo adjudicándoselo a 'la vejez'. Ahora sólo añade a la incertidumbre el desconcierto de saber porqué será.

Insisto una vez más con mi mamá, más por necedad que por certeza. Y Dios vuelve a escuchar mis oraciones. Finalmente la ubico. Gracias Dios mío es lo primero que puedo decir. Lo segundo es una grosería impublicable. Discúlpame mamá, es que tenía que decirlo, te he llamado tanto y ahora es que te puedo encontrar. Groseria impublicable II, disculpa II, y agradeciemiento a Dios II, III, IV, y siguen firmas. La incertidumbre da paso a una tensa calma. La mano se calma. Me despido de mi amiga y su familia. Me despido de su abuelita que sin duda ya está con las mías en un mejor lugar. Voy con Kelvin, otro buen amigo a visitar a Carolina, una amiga peruana cuya incertidumbre las líneas telefónicas aún no pueden eliminar. Llegamos al edificio donde vive. Carolina ya ha logrado hablar a Perú y está tranquila, más serena. ¿Quieren tomar algo? Sabes que no tomo mucho, pero hoy dame una cerveza, la más fría que tengas. Entre los veintisiete grados que se mantienen casi a las diez de la noche y toda la tensión pasada, la cerveza cae bien mientras Lucas, su inseparable perro juguetea entre mis piernas que empiezan a agarrotarse poco a poco.

Me voy al departamento donde vivo. Vuelvo a tener la suerte de hablar con mi madre. Está más tranquila. Llamo a mis hermanas y a mi sobrina. Están bien y hasta bromean. Con mi padre no hay remedio. Su teléfono nunca reaccionó, pero mis hermanas me reafirman que está bien. Llamo a mi tía en USA para que esté tranquila. Me lo agradece de corazón. Prendo la computadora, leo las primeras noticias y empiezan a contarse los muertos. Se me hace un puño el corazón. La tensión empieza a descargarse poco a poco. Piernas acalambradas, dolor en el pecho y dolor de corazón por mi país, por aquella gente fallecida, herida, damnificada. En medio de todo eso un infinito agradecimiento a Dios por mi familia. Y otro agradecimiento a los muchos amigos que me empezaron a llamar apenas se enteraron. Intenté echarme a dormir, pero no cabe duda, hoy será de esas noches donde los ojos harán huelga de ojos abiertos y no cerrarán nunca. Veo las primeras imagenes en video en la web y me estremezco de pensar en el terrible momento vivido por mis seres queridos. No sólo mi familia, sino mis amigos y hermanos y las muchas criaturas que casi todos ellos tienen ahora en su papel de padres. Pongo la radio peruana en el internet. Escucho niños en el centro de Lima a la medianoche, diciéndole al reportero que no pueden ni quieren dormir porque tienen miedo que vuelva a pasar lo que pasó. Ahora habla un señor. Tiene su familia en Ica, donde los muertos siguen subiendo, él está en Lima y no se puede comunicar. El hombre no puede más y se quiebra. La distancia y la incertidumbre lo derrotan y el pobre señor deja de hablar y rompe a llorar. Yo, que he aguantado toda la noche y que me jacto de nunca llorar, me veo reflejado en ese señor hasta hace apenas unos minutos. Tanto amor y tanta incertidumbre. Maldita incertidumbre. Y entonces, en silencio y a la distancia, no puedo evitar lagrimear con él.


domingo, 12 de agosto de 2007

Curiosidad


Tiene los ojos puestos en la ventana
mientras por su cabeza
mil recuerdos transitan a la vez.

Tiene la mirada fija en el horizonte,
mientras su corazón late inconteniblemente
y sus nervios están a punto de traicionarla.

Tiene los pies en el suelo,
pero luce tan ida que parece que pudiera levitar,
mientras nerviosamente se recoge el cabello
y ve el reloj avanzar una vez más.

Sigue mirando el horizonte
con los ojos puestos en la ventana,
con sus nervios a cuestas
y parada sin gravitar.

¿Qué esperará?

03.12.96

Angel de la guarda


Te he buscado desde siempre
y ahora vengo a darme cuenta que siempre estuviste aquí.
Soñé tanto compartir contigo sin saber quien serías
Que ahora que lo sé, no pretendo compartirte.
Quiero que seas mía,
y seguirte conociendo.
Descubrir tu mundo y abrirte el mío,
Sin ambigüedades ni convencionalismos,
Sin palabras retorcidas ni tontas cursilerías.
Simplemente siendo tú y yo.
Porque cuando estoy contigo todo cambia
Me siento distinto, feliz, renovado.
Porque cuando estoy contigo
sólo quiero vivir para hacerte feliz.
Porque cuando estoy contigo, nada temo.
Angelito de mi corazón.

(Con cariño para quienes lo inspiraron, HyO)

jueves, 9 de agosto de 2007

Choque y fuga


(Imagen disponible en http://www.elnacional.com.do)

Llevas el auto al mecánico porque te volvieron a chocar mientras estabas estacionado. Decides llevar el vehículo al taller, charlas con él 'maestro' y acuerdas tratarle toda la pintura al auto que de todas formas bien que se lo merece luego de tanto tiempo. Sol esplendoroso. Nubes negras al fondo. Tomas el taxi para volver a la oficina. Es toda una sensación agradable esa de ir en el asiento de atrás olvidándote de la tensión que genera el sortear los animales que se te cruzan cuando manejas. Y no me refiero a los perros solamente, sino a los burros a los que les regalan o compran la licencia. Claro está, esa sensación agradable deja de serlo cuando te toca un taxista con complejo de Fernando Alonso, y auto más inestable que carretilla de albañil. Llegas a la oficina. Trabajas. Termina la jornada. Te vas. Llamas otro taxi. Sales a la calle. Ufa. El sol se fue de vaca. Parece que va a llover el cielo hace rato que esta nublado. Puede ser lluvia, gotas de lluvia. No culpes a la lluvia, será que no me amas. Gotas, Gotitas, Gotazas. Sales por el taxi. Buscas el paraguas. ¿El paraguas? Mérde. Sólo a tí se te ocurre llevar el auto al mecánico hoy. Sólo al paraguas se le ocurre quedarse en el auto en el mecánico en día de lluvia. Sólo al necio que te chocó se le ocurre dañarte el auto un día antes de la recreación del diluvio universal. Y sólo al del taxi se le ocurre tener el aire acondicionado malogrado obligándote a escoger entre cerrar la ventana y soplarte los olores y humores de los asientos negruzcos y grasientos, o abrirla y seguirte mojando con el agua que cae del cielo. Que más da. El agua tarde o temprano se seca. Abres la ventana. Te mojas. Llegas a casa. Te secas. ¿Acabó el asunto?. Ya quisieras. El primer estornudo de la noche te deja en claro que la cuenta del taller tendrá que incluir un par de antigripales de los buenos. Salud. Gracias. De nada.

martes, 7 de agosto de 2007

Tesoro de Ayer

Sin duda el subconsciente nunca deja de trabajar. Cuando veía el título de mi entrada anterior (Mañana de ayer), pensaba a que se me parecía. Y se parecía, claro, a algo que alguna vez había escrito. Me dí cuenta hoy, revisando los P-Files. Siete años despues y un título similar aunque con una temática distinta... espero que no sea falta de originalidad... pero bue...será quizás que Tesoro de Ayer quería salir del anonimato hoy, así que ahí va... con toda la desvergüenza de copiarla intacto, y con la vergüenza que da el volver a verlo más de un lustro después...

TESORO DE AYER

Demora la nostalgia en desaparecer
cuando despierta conmigo tu mañana,
que es mi ayer.
Por qué te recuerdo a mi lado
mientras hoy te veo feliz lejos de mí.

Reviso el vía crucis de mis sentimientos
que fueron tuyos y hoy son de otro
empantanados en indisimulables celos vanos
en miradas de reojo,
tan directas como faros alumbrando el barco que naufraga;
en manos que se cohiben de abrazar lo que se quiere;
en amores contaminados por odios enmohecidos;
con bronca y con impotencia,
con culpable desesperanza,
con interminable ansiedad
por decirte lo que siento y no decirlo jamás.

De nada sirven revisiones,
ni nostalgias, ni ansiedades.
El cofre y su preciado contenido ha desaparecido.
Lo perdí.
Y mientras tardaba en darme cuenta,
brilla en otras manos el tesoro más preciado,
para siempre lejos de aquí,
lejos de mí.

30.05.2000

domingo, 5 de agosto de 2007

Mañana de ayer

Se levantó tarde aunque en realidad hace tiempo para ella daba lo mismo las seis que las diez, las ocho que el mediodía. Los días pasaban tan insoportablemente lentos que si por ella fuera, le encantaría despertar lo más tarde posible o sencillamente un buen día ya no hacerlo.

Pero allí estaba, despierta una vez más. Holgazaneó un rato entre las frazadas resistiendo pararse de la cama con los huesos congelados por el implacable invierno. Finalmente, se sentó en la cama y lentamente se puso las pantuflas y empezó a dar torpes pasos para desandar el día. Incómoda con el frío, evadió la ducha y se conformó con una rápida lavada de aquellas para salir del paso. Se volvió a poner aquella falda negra que venía usando durante la semana y de inmediato se puso la blusa, la chompa, la casaca y unos guantes también negros, para variar. Con desgano puso algo de agua en la tetera y una vez hervida se preparó una manzanilla que hizo las veces de frugal desayuno. Caminó entre el desorden que empezaba a hacerse común en la casa y se sentó en uno de los pocos sillones que no estaban ocupados, después de limpiar la fina capa de polvo que lo cubría.

Miró a su alrededor. Silencio y soledad. Aunque afuera uno de los vecinos tenía a todo vapor los parlantes de su radio, ella ni lo sentía. Y en realidad, la soledad era paradójica, porque mientras más sola se sentía, más acompañada estaba de sus rencores, sus odios y resentimientos. Acompañada también de ese maldito orgullo que la cegaba hasta sumirla en una infelicidad perpetua. Ya no estaba su amado esposo, muerto demasiado temprano, y no dejaba de culparlo por no dejar de fumar, por creer que su existencia venía acompañada de inmortalidad, muerto por la necedad estúpida según ella de no dejar de hacerlo ni cuando el cáncer se hizo irremediable. Para qué. Un puchito más un puchito menos, ya el daño estaba hecho. Tanto amor y tanta estupidez. Tanta falta que le hacía ahora, que tampoco estaban los hijos. Ni los dos varones, ni las dos pequeñas. Ninguno de los cuatro. Todos se habían ido. Matrimonios, viajes, simples partidas propias de un crecimiento inevitable, de un alejamiento previsible. Ninguno de ellos estaba. Y las visitas se hacían cada vez más espaciadas, cada vez menos sentidas, sumidas en un tufillo de compromiso que ni ella ni ellos podían soportar más. ¿Malagradecidos? ¿Incomprendidos? Ella los quería tanto y ellos parecían querer sacarla de su vida. Cría cuervos y te sacaran los ojos. Hijos. Quien los quiere, para que los tienes. Ni bien puedan te dejan y pasas a ser parte de un pasado que no les interesa devolver al presente ni perpetuar en el futuro. Demasiados fantasmas rondando en aquella casa gigantesca que se negaba rabiosamente a abandonar. Era su casa, alguna vez fue un hogar y jamás la sacarían de allí.

Se acercó al ventanal y detuvo su mirada en el jardín, o lo que alguna vez fue el jardín de la casa. Tierra, hojas secas, alguna basurilla de aquellas que el viento trae por aquí y que lleva por allá. Desolación. Ni siquiera estaba aquel hermoso pastor alemán que supo crecer con sus hijos, y que acompañó su soledad hasta hace un par de años, cuando se fue quedando dormidito en una esquina sin ganas de volver a vivir, mirando hacia ningún lugar hasta dejar de mirar. Ahora no habia ni hijos, ni perro, ni jardín. Sólo un cielo gris, tierra inerte y el reflejo en la ventana de un profundo dolor que sólo después de un rato comprendió que era el suyo. Era su cara y casi ni se reconocía. ¿Dónde quedó aquella muchacha que tantas fantasías y sueños de grandeza tuvo en esa infancia cada vez más lejana? ¿Dónde se fue la esposa que moría por su amor y cuyo hombre la mimaba y consentía hasta lo imposible? ¿Cuando dejó de ser la madre a la que acudían ante la primera necesidad aquellos cuatro niños, que cuando la veían y les resolvía todo, no podían irse sin decirle a mamita que la amaban? Su rostro era una sombra de lo que fue. La alegría parecía prohibida en sus facciones. Sólo había espacio para una amargura que ella sabía que no la dejaría hasta el final de sus días.

Un timbrazo violento la sacó de sus diarias cavilaciones. Aunque sabía que no debía hacerlo, le costaba no emocionarse con la cada vez más remota posibilidad de una visita amigable de alguien que pudiera ofrecerle un oasis en medio del desierto, un paréntesis en medio del insoportable discurso de desesperanza en el que se había convertido su vida. Caminó hacia la puerta, la abrió y no vio a nadie. Se dio cuenta entonces que debajo de su pie había un sobre. ¿Una carta con alguna noticia inesperada? ¿Otro recibo por pagar? ¿Quizás la promoción de alguna tienda con ofertas que nunca había solicitado? Sacó el pie, se agachó y recogió el sobre. El corazón le palpitó con nerviosismo cuando vió el nombre del remitente. Tanto tiempo había pasado desde la última vez que tuvo noticias de él. Estaba segura que no debía ser para nada bueno. Agitada llegó hasta una silla, se sentó y abrió el sobre. Para ella, la vida no volvería a ser igual.

martes, 31 de julio de 2007

Irak Campeón

Todo lo que deja un triunfo que va más allá del mero fútbol. Denle una miradita a la última entrada en mi blog deportivo

lunes, 30 de julio de 2007

Gracias a Dios es Lunes


Levantarte temprano
ponerle ganas
pasarla bien.
Laburar como un burro,
respirar hondo,
no dejar de sonreir.
Desandar la vuelta a casa
conducir el auto
cantando una canción.
Desparramarte en la cama,
olvidarte de todo
dejarte llevar.
Alegría todo el día
y a la noche mucha paz.

Lunes, sin tí no habrían viernes.
¿Cómo no disfrutarte?
Faltaba más.

Pequeñeces

Ropa raída
pies descalzos.
Esconden sus rostros tras sus dedos sucios
sonríen nerviosamente
nunca lloran delante de tí.

Apariencias desprolijas
almas desnudas.
Corazones vacíos de afecto
estómagos dolorosamente hinchados de esperar por nada.
Vocecitas escondidas tras gritos desafiantes,
acciones insolentes disimulando omisiones indolentes.
Soledad compartida,
libertad enjaulada.

Mil historias diferentes
realidades iguales.
Padres ebrios,
hermanos presos,
madres sin conocer.
Días sin principio ni final,
noches eternas,
destino errante.

El pegamento regado en el piso,
una manito sucia, fría, inerte.
¿Qué hacemos?
Pasar.

7.7.98

domingo, 29 de julio de 2007

Feliz 28


(San Martín's proclamation of the independence of Peru on 28 July 1821 in Lima. Painted by Juan Lepiani in 1904.) http://museonacional.perucultural.org.pe/galeria4.shtml


Dicen que la distancia es el olvido, pero igual que Roberto Cantoral, yo tampoco concibo esa razón. Tras seis años y medio lejos de mi país, cada día genera un inexorable crecimiento de la ligazón con mi querido Perú. También dicen que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde y algo de cierto debe tener la bendita frase, tan manoseada y utilizada por todos alguna vez en su vida. En mi caso también debe ser verdad. Viviendo en la Lima de antaño, también Lima la horrible, hoy Lima la añorada, pocas veces uno supo apreciar lo bueno y hermoso de mi ciudad. Siempre es más fácil verle la quinta pata al gato y ver solamente lo malo y lo feo, nunca lo bueno. ¡Menuda lección la que brindan los años y la distancia!

No es solamente Lima, es el Perú. Ese mendigo sentado en el banco de oro de Raimondi. Ese generoso bello durmiente de la Chabuca Limeña. Ese país que cobija en sus entrañas a Machu Pichu, maravilla del mundo aún antes que una votación por internet así lo confirmara. Es todo el Perú. Mi Perú.

¿La distancia y los años generan una sensación que lleva a idealizar el terruño lejano al extremo de recordarlo más hermoso y entrañable de lo que es? No lo sé. Puede ser, Tal vez sí. Tal vez no. Para el caso da lo mismo. Cada vez que vuelvo -ahora casi como un forastero en mi propio país-, lo veo mejorando, avanzando, creciendo, seduciéndome a una vuelta por ahora lejana. Quien sabe si engañándome cual mujer interesada, mostrándome sólo lo bueno y atractivo, ocultándome todo lo malo, todo lo feo. Sólo Dios, omnipotente y omnisciente sabrá si algún día habra regreso definitivo, o si los mismos ya no dejarán de ser visitas esporádicas en donde todo siempre es bonito, en donde todos siempre te tratan bien, en donde todo es cual cuento de hadas... en donde engordas una barbaridad (cómo no hacerlo en el país donde mejor se come en el mundo).

¿Qué hablar y querer desde fuera es fácil porque no se vive el día a día y las idas y venidas que sólo se sufren viviéndolas in situ? No lo sé. No creo. Alguna vez lo pensé cuando vivía en el país y leía gente viviendo fuera opinando de cosas de dentro. Pero ahora que vivo fuera es paradójico que a uno le cueste tanto desligarse de esa necesidad de estar al tanto de lo que pasa dentro. Y uno extraña. Y uno lee. Y uno de informa. Y uno opina. Y si eso es una ligereza, pues se peca por amor. Y ya lo cantaba Rómulo Varillas. Aquel que no ha pecado no es humano, aquel que no ha querido no ha vivido. Así que si se peca por querer a la tierra que a uno lo vio nacer, pues, que le vamos a hacer. Me declaro convicto y confeso.

Chicha y mazamorra morada. Santa Rosa, San Martín y Cristo Moreno en morada procesión. Clásico mi Alianza frente al acérrimo pero necesario rival en mi íntimo Matute o en el gigantesco Monumental. Pinglo y Chabuca. Fiesta Criolla y Embajadores también Criollos. Lucha Reyes y la incomparable Eva Ayllón. Gianmarco y el Maestro Juan Diego Florez. Tilsa Tsuchiya y Fernando de Szyszlo. Vargas Llosa y Bryce-Echenique. Tiro, voley y surf u oro, plata y campeonato mundial que es lo mismo. Costa, sierra, selva, vals, huayno y cumbia.

Perú. Mi Perú. Con todos sus contrastes. Con todas sus oportunidades. Con todo lo malo y lo feo. Pero también con todo lo bueno. Perú. Mi tierra, mi familia, mis amigos, mi fútbol, mi comida. Aún a una distancia que espero sepas comprender y perdonar, te sigo queriendo o lo que es más peculiar aún, te quiero más. Como canta el Zambo Cavero, sobre mi pecho llevo tus colores... y cuando yo muera me uniré en la tierra, contigo Perú.

Sí, demasiada nostalgia lindante con la cursilería, que se le va a hacer... feliz 28...aquí, allá o acullá... ¡arriba Perú carajo!

miércoles, 25 de julio de 2007

Tormenta

Llueve.
Rayos, Truenos y Centellas.
Destellos relampagueantes.
Llora el cielo,
ruge la inmensidad.

Bomba.
Mecha, chispas y explosión.
Luz cegadora preludio de ruido infernal.
Llora por los muertos,
ruge de rabia e impotencia el corazón.

Llueven bombas.
Truenan explosiones,
Luces destellantes,
Llantos de rabia, rugidos de dolor.

Tormentas hoy,
Bombas ayer.
Truenos que reviven cada día
pasados de angustia, miedo y dolor
lamentos del corazón.

lunes, 23 de julio de 2007

Des-es-3: Terapia Gym

El gimnasio da para muchos comentarios. Que las chicas lindas en licras no aptas para menores de edad, que los shows de los loquitos gym, que la insoportable música "punchi punchi", etc, etc, etc. Pero lo que también es cierto es que el bendito lugar sirve para desestresarse...y mucho.

No soy un loquito gym ni pretendo serlo. De hecho mi constancia en el gimnasio es proporcional a mis ausencias del mismo. Cuando me agarra la fiebre (generalmente cuando el sobrepeso dice basta) se vuelve casi una necesidad, el cuerpo te pide ejercicio. Cuando la pereza triunfa, entonces no hay gimnasio que valga frente a una cama que te arropa traicioneramente en los clásicos 'cinco minutitos' y me levanto, que se convierten en 15 o 30 minutos irremediables.

Ahora volví porque el otro día después de subir los tres pisos al departamento donde vivo (sutíl diferencia con decir 'mi' departamento, algo que espero decir próximamente) me agité peor que jarabe para la tos antes de ser ingerido. Y bueno, uno ni es jarabe, ni está obeso, ni mucho menos viejo como para ponerse en ese plan por par de pisos que uno suba en escalera. Así que ahí volvimos, con mucha pereza, pero con una decisión que al menos por ahora es mayor que la flojera.

Cómo por estas fechas además de 'agitado' uno anda 'estresado' debido a un 'huracán' de trabajo, resulta curioso que por estos días es más interesante el gimnasio por lo que me relaja que por lo que me pueda ayudar a recuperar el físico. El problema del "punchi-punchi" se resolvió con el ipod o en su defecto con el walkman incorporado en el celular -así uno puede escuchar la música que le da la gana y no la insufrible-perorata-tecno-perrera-dizque-musical-, sin importar mucho que tanto audífono pase la factura a largo plazo y de anciano uno tenga que usarlo, pero por sordo. Con la música de uno, la elíptica se hace más fácil y mientras se siente y disfruta un buen tema de The Cure, o clásicos ochenteros de U2, Level 42, Police, Smith, o algún tema de Dolores Delirio, uno puede 'correr' 30, 40, 50 minutos o una hora tranquilamente.

Luego las pesas y las maquinas, con cuidado para no despertar las lesiones del cuello. Y ahí sí, a soltarse del todo. ¿Cómo disfrutar del 'sufrimiento'? Imaginarse la persona, empresa, situación o siguen firmas, que más está embromando la paciencia en la jornada diaria, y entonces sí, estirar el brazo, cargar la pesa, mover la maquina, etc, etc, etc. Si el movimiento se acompaña de alguna exclamación susurrada pero bien sentida del tipo "¡esta va por tí maldita ...(ponga aqui el nombre de la persona, empresa, situación, etc. que le tiene medio loco o loco completo)...! la terapia desestresante estará completa... ¡Luego uno no quiere ni soltar la pesa del gusto que le agarra al asunto!

Haga la prueba, que lo peor que puede pasar es que no pase nada. Eso sí...recuerde calentar antes de ejercitarse. No sea cosa que se pase de la emoción al dolor de un desgarro inoportuno o una contractura que nada cura.

Defensa de las Malas Palabras

La semana pasada se nos fue para comenzar a ser leyenda Roberto 'El Negro' Fontanarrosa, uno de los dibujantes y humoristas más geniales de Latinoamérica, creador de Inodoro Pereyra y Boogey el Aceitoso entre otros personajes. A modo de humilde homenaje (y de justificación para mi utilización de dichas palabras en futuras entradas) copio la disertación que hizo al cerrar el Congreso de la Lengua que se realizó en el 2004 en Rosario, Argentina. Simplemente imperdible.

"No sé que tiene que ver con lo de la internacionalización, que, aparte, ahora que pienso, ese título lo habrán puesto para decir que una persona que logra decir correctamente in-ter-na-cio-na-li-za-ción es capaz de ponerse en un escenario y hablar algo —porque es como un test que han hecho—.

Algo tendrá que ver el tema, éste, el de la malas palabras, por ejemplo, con éste, como el que decía el amigo Escribano (José Claudio Escribano). Se nota que es tan polémica esta mesa que es la única a la que le han asignado "escribano" para que se controle todo lo que se dice en ella.

Es un aporte real en cuanto al intercambio. Me ha tocado vivir, cuando he tenido que acompañar a la Selección Argentina a partidos (de fútbol) en Latinoamérica. El intercambio que hay en esos casos de este lenguaje es de una riqueza notable; es más, en Paraguay nos decían "come gatos" que es, estrictamente para los rosarinos, "un rosarinismo".

Un Congreso de la Lengua es, más que todo, para plantearse preguntas. Yo, como casi siempre hablo desde el desconocimiento, me pregunto por qué son malas las malas palabras, quién las define como tal. ¿Quién y por qué? ¿Quién dice qué tienen las malas palabras? ¿O es que acaso les pegan las malas palabras a las buenas? ¿Son malas porque son de mala calidad? ¿O sea que cuando uno las pronuncia se deterioran? ¿O, cuando uno las utiliza, tienen actitudes reñidas con la moral?

Obviamente, no se quién las define como malas palabras. Tal vez sean (ellas) como esos villanos de viejas películas —como las que nosotros veíamos—, que en un principio eran buenos, pero que al final la sociedad los hizo malos. Tal vez nosotros, al marginarlas, las hemos derivado en palabras malas. Lo que yo pienso es que brindan otros matices, muchas de ellas. Yo soy fundamentalmente dibujante, con lo que uno se preguntará: ¿qué hace ese muchacho arriba del escenario? Manejo muy mal el color, por ejemplo, pero a través de eso sé que cuanto más matices tenga uno, más puede defenderse, para expresarse, para transmitir, para graficar algo; entonces: hay palabras, palabras de las denominadas malas palabras que son irremplazables, por sonoridad, por fuerza, algunas incluso por contextura física de la palabra. No es lo mismo decir que una persona es tonta o zonza que decir que es un pelotudo. Tonto puede incluso incluir un problema de disminución neurológica realmente agresivo.

El secreto de la palabra pelotudo, ya universalizada —no sé si está en el diccionario de dudas—, está en que también puede hacer referencia a algo que tiene pelotas. Puede hacer referencia a algo que tiene pelotas, que puede ser un utilero de fútbol que es un pelotudo porque traslada las pelotas; pero lo que digo, el secreto, la fuerza, está en la letra t. Analicémoslo —anoten las maestras—: está en la letra t, puesto que no es lo mismo decir zonzo que decir peloTudo.

Otra cosa, hay una palabra maravillosa que en otros países está exenta de culpa —esa es otra particularidad, porque todos los países tienen malas palabras pero se ve que las leyes de algunos países protegen y en otros no—, hay una palabra maravillosa, decía, que es carajo. Yo tendría que recurrir a mi amigo y conocedor, Arturo Pérez Reverte, conocedor en cuanto a la navegación, porque tengo entendido que el carajo era el lugar donde se colocaba el vigía, en lo alto de los mástiles de los barcos para divisar tierra o lo que fuere; entonces mandar a una persona al carajo era estrictamente eso, mandarlo ahí arriba.

Amigos mexicanos con los que estuve cenando anoche me estuvieron enseñando una cantidad de malas palabras mexicanas. Ahora que lo pienso creo que me estaban insultando porque se suscitó un problema con la cuenta a la hora de pagar. Me explicaban que las islas Carajo son unas islas que están en el océano Indico.

En España, el carajillo es el café con coñac y acá apareció como mala palabra, al punto que se llega a los eufemismos, se decía caracho; es de una debilidad absoluta y de una hipocresía... ¿no?

A veces hay periódicos que ponen: "El senador Fulano de Tal envío a la m... a su par". La triste función de esos puntos suspensivos, realmente el papel absurdo que están haciendo ahí, merecería también una discusión acá, en el Congreso de la Lengua.

Voy a ir cerrando. Hay otra palabra que quiero apuntar que creo es fundamental en el idioma castellano, que es la palabra "mierda", que también es irremplazable. El secreto de la contextura física está en la r —anoten las docentes—, porque es mucho más débil como la dicen los cubanos: mieLda, que suena a chino, y eso —yo creo que ahí está la base de los problemas que ha tenido la Revolución cubana—, le quita posibilidades de expresividad.

Voy cerrando, después de este aporte medular que he hecho al lenguaje y al Congreso. Lo que yo pido es que atendamos a esta condición terapéutica de las malas palabras. Mi psicoanalista dice que es imprescindible para descargarse, para dejar de lado el estrés y todo ese tipo de cosas. Lo único que yo pediría (no quiero hacer una teoría) es reconsiderar la situación de estas palabras. Pido una amnistía para la mayoría de ellas. Vivamos una Navidad sin malas palabras e integrémoslas al lenguaje, que las vamos a necesitar."

Roberto Fontanarrosa

viernes, 20 de julio de 2007

I melt with you (tiempos de Lechuga)

"Moving foward using all my breath
Making love to you was never second best
I saw the world thrashing l around your face
Never really knowing it was always mesh and lace..."

Tiempos de cachimbo, tiempos de experiencias nuevas, tiempos de universidad... tiempos de lechuga...

A medida que uno se vuelve un joven más adulto, o lo que es lo mismo más viejo, los recuerdos por lógica añadidura son más y más pero mucho más. Y muchas veces, al menos en mi caso, los recuerdos están relacionados, de hecho muy relacionados, con la música. Es impresionante como escuchar una canción de aquellos tiempos pasados donde se suele decir que todo fue mejor, algo se dispara de manera irremediable en mi cerebro y un nuevo video de la canción, exclusivo para mí, se desarrolla sin parar.

Tenía años, por no decir siglos -aunque es una exageración, en puridad no es tal si tenemos en cuenta que hace apenas siete años cambiamos del XX al XXI- que no escuchaba aquella canción de Modern English, aquel grupo británico de finales de los setentas y principios de la mejor década de todas las décadas, los ochentas, en donde se decía que uno podía detener el mundo y congelarse por el ser amado. Y no hubo vuelta que darle. El dvd de mi cabezota se disparó (aunque siendo recuerdos retro me parece que debería hablar de un vhs o de un beta, peor aún... mi sobrina me preguntaría ¿beta? ¿con qué se come eso?).

Recordé entonces La Lechuga. El recordado auto de marca rusa y de color verde -de ahí lo de Lechuga-, en la que todos los días llegaba a la universidad mi hermano del alma. Y que hasta que la lechugita pasó a mejor vida para dar paso a otro vehículo par de años después -japonés como no podía ser de otra forma-, fue durante aquellos inolvidables años de Estudios Generales Letras, no sólo un valioso medio de transporte para un humilde estudiante peatón, sino también lugar ideal para matar el tiempo entre aquellos interminables 'huecos' entre clase y clase, conversando, hablando de fútbol, de la vida, forjando amistades inextingibles...y escuchando música obviamente.

La Lechuga en su papel musical tuvo una función hasta educadora para mí, que para cuando entré a la universidad, escuchaba casi con exclusividad de lunes a viernes, sábados, domingos y feriados, a The Cure, o mais grande grupo do mondo persecula seculorum, léase mi grupo favorito de toda la vida. En aquel momento estaba realmente enfermo de la cura y todo lo que no fuera una canción de Robert, me daba alergia por decir lo menos.

Hasta que me subí a la Lechuga claro. Una o dos canciones se dejaban escuchar en su equipo de música, de los mejorcitos de esa época donde los que se traían de fuera eran los que marcaban la diferencia. Y siempre que esas canciones fueran conocidas claro está. Llámese Boy's Don't Cry o llámese 'Just Like Heaven'... pero dos y ya...sufi...no abuses compadre... el cassette (¡el cassette!) se salía sólo, o lo sacaban, je..., me acuerdo que uno de los cassettes de The Cure salió tan fuerte -o lo sacaron tan fuerte- que terminó en el asfalto de la Avenida La Marina (también pues... era un cassette que tenía cuatro versiones distintas...¡de la misma canción!, paradójicamente la canción se llamaba "Never Enough", pero en este caso canción y media fue suficiente para que el pobre cassette saliera expectorado sin boleto de regreso... )

Y como de la universidad a la casa habían cuando menos cuarenta y cinco minutos (media hora cuando el corredor de playas lo permitía), entonces tuve que empezar a escuchar aquellas 'novedades' que en realidad tenían más de tres o cuatro años de salidas a la luz pública y que todo el mundo se sabía... menos yo, claro está (en mi mundo thecuriano al menos era recíproco...pocos o ninguno se sabía tampoco M o The FigureHead, algunos de los clásicos más oscuros de las épocas más oscuras de los oscuros Cure).

Allí estaba Phil Collins y Génesis, grupo del cual después me enteré que aquel loquito que cantaba Sledgehammer, ese video de Peter Gabriel que me llamaba tanto la atención cuando salió, había sido su vocalista original. Y estaba John Cougar con su inextingible Jack & Diane. Y no podía faltar Scandal, más que con Goodbye to You, con The Warrior, esa simpática canción donde Patty Smyth nos decía con mucha fuerza en su voz que ella era una guerrera y que "Shootin' at the walls of heartache, bang, bang, I am the warrior...Well I am the warrior, and heart to heart you'll win..if you survive the warrior....the warrior". No me puedo olvidar tampoco que La Lechuga fue testigo presencial del entusiasmo que nos causó "Mr. Jones", aquella canción de Counting Crows, cuando la escuchamos como lo nuevo en "...esto es Radio Doble 9, tu radio rock, en Lima..." (¿sigue viva Doble 9?). Lástima que luego las radios se encargaron de quemar la pobre canción -un dj de Studio 92 la llegó a presentar como 'el señor juan' (¡replop!)- y lástima que Counting Crows luego nunca pudo equiparar su espectacular primer disco (cómo olvidarse de "Round Here", una lenta de aquellas) y ahora es que resugieron algo haciéndole el tema al bueno de Shrek...

Pero la canción que rompió la barrera thecuriana fue probablemente I Melt With You. La Lechuga tenía casi por obligación que pasar aquel cassette single de Modern English donde en el lado B estaba Ink & Paper, otra buenísima canción, y en el A, I Melt With You. Pegajosa, fácil de cantar, y muy ochentera, esa canción nos acompañó en muchas ocasiones, casi siempre en los viajes y cuando no se tocaba, por ahí a pedido del público -bah, léase de mí- no me bajaba del auto sin antes darle una cantadita a la canción.

Y la escuché el otro día de casualidad ya no recuerdo donde, y recordé aquella querida Lechuga. Buen auto carijo. Confidencial recinto de muchas charlas. Siempre bien cuidada por su dueño. Que también cuidó siempre de forjar una amistad irreversible con el loquito The Cure. Y encima, educadora musical. Par de años después, seguía siendo tan fanático de The Cure como el primer día. Pero la tolerancia musical era mucho más amplia que al inicio. Tanto que no pude dejar de interesarme y mucho por una canción particular, distinta, especial, que empezaba a oler como un espíritu joven... de un grupo que se hacía llamar Nirvana... pero bueno esa será otra historia, ya para entonces la Lechuga desandaba caminos que sólo Dios sabe a donde la llevarían con su equipo de música, con su resistencia made in Rusia...y con parte de mis recuerdos bien guardados para siempre en alguna parte de su chasis.

"... the future's, open wide... hummmm"

jueves, 19 de julio de 2007

No duermo

Quiero dormir y no puedo.
Si estoy muy cansado el cansancio es tal que me mantiene despierto.
Si no estoy cansado ni se diga entonces, no duermo ni muerto.
Si apago la luz, las sombras de la oscuridad tensan mi sueño
Si prendo la luz el reflejo deslumbra mi posibilidad de dormir.
Y no duermo de noche.
Pero de día si duermo,
pero despierto.
Y no cierro los ojos, y estando abiertos no veo nada.
Y cierro los ojos y cerrados como estan pugnan por no dejar de ver.
Y no duermo.
A ver si cuando finalmente duerma,
no pueda volver a despertar,
o no quiera despertar,
para dormir lo no dormido,
para vivir lo no soñado.
Para dormir...
que va de palabras y yo...no duermo.

domingo, 8 de julio de 2007

Maravilla

Eres paz,
eres belleza,
eres majestuosidad.
Eres historia,
eres grandeza.
Eres autoridad.
Eres pasado,
eres presente,
eres futuro
Maravilla de la eternidad.
Bah...siempre fuiste maravilla,
pero ahora el mundo te lo recuerda sin cesar.
(foto disponible en www.yahoo.com)


*Dedicado a Machu Pichu, el lugar más hermoso del planeta, maravilla del mundo ayer, hoy y siempre.

lunes, 2 de julio de 2007

Pastilla de presión

La señora no soportaba más. Le habían robado casi todo su dinero y el poco que le quedaba lo iba a perder a punta de haberse metido de garante de una vecina que se largo un buen día sin decir hasta luego y sin pagarle obviamente. No era la pérdida de prácticamente todos sus ahorros lo que la tenía tan mal. Era la asfixiante sensación de sentirse responsable. El insoportable sentimiento de culpa. La recriminación permanente. Y claro, el tener que guardarse todo eso en su interior a riesgo de que le estalle y la destroce, por la vergüenza que le daba el que alguien más pudiera saber lo que le había pasado. Ya no soportaba los propios insultos que se dedicaba, hubiera sido imposible tener que aguantar a otros espetándole en la cara ridículos e insensibles 'te lo dije'.

Tomó nuevamente una pastilla de aquellas que alguna vez le recetaron para combatir la migraña. La pausada sensación de laxitud en que la misma la dejaba le otorgaba breves momentos de pseudo inconciencia en donde al menos no le daba tanta mente a su tragedia personal. Pero después, vuelta la conciencia, vuelta a la depresión. Cuando dejó el vaso de agua no pudo despegar la mente del frasco de pastillas. Ya no soportaba más. Y si una pastilla la alejaba de todo ese dolor, probablemente dos o tres o lo que restara del frasco podría alejar ese malestar, esa vergüenza, esa culpabilidad de un modo definitivo.

Con los ojos enrojecidos de tanto llorar y sin más lágrimas que derramar, tomó la jarrita de vidrio, vertió más agua en el vaso del cual acababa de beber y destapó el frasco de pastillas, encontrándose con más de una docena de estas en su mano derecha. Cuando se las estaba llevando a la boca sonó el teléfono celular y mirando sin querer ver, llegó a apreciar en la pantalla un número que le era conocido, quizás porque era de los pocos que solían reiterarse en aquella pantalla, quizás porque le acercaba lo más cercano que tenía, ahora tan lejano.

Del otro lado de la línea el muchacho entusiasmado por la posibilidad de visitar su añorado hogar haciendo un alto en medio de su exilio estudiantil por tierras europeas, oía timbrar una y otra vez el teléfono a la espera de escuchar la voz de su querida mamá.

sábado, 30 de junio de 2007

Cafetería

Hora de almorzar. Por salud mental decido almorzar en la oficina. Me he rendido porque en honor a la verdad eso de ir, buscar el auto, salir del estacionamiento, encontrarme con la madre de todos los tráficos apenas en la mismísima puerta de mi aposento laboral y perder cuando menos diez, quince minutos en salir a la avenida me quita la paz. Y una vez en la avenida, entonces el semáforo, o lo que es peor el policía de tránsito. Una vaina. Y si agrego en el panorama al resto de conductores que deduzco deben estar tanto o más incómodos que yo y dan rienda suelta a toda su (falta de) educación y respeto, para cuando logro pasar el semáforo ya no tengo paz, no tengo paciencia, no tengo hambre y ni siquiera tengo tiempo porque la bendita hora de almuerzo se convirtió de repente en media hora y el reloj sigue bajando.

Así que me quedo en la cafetería. Con ganas de comer y descansar, de poner la mente en blanco y no pensar en otra cosa que no sea nada. Sólo comer y deambular en medio de la inmortalidad del chanchito mientras como.

Pero claro, antes de eso tengo que soplarme la fila para buscar la comida. Y cuando llego, compruebo todas las teorías que uno estudia en la Facultad de Derecho sobre los monopolios y sus consecuencias en el mercado y los consumidores. No hay variedad, siempre lo mismo, pero si me quiero quedar, pues cállese y coma más de lo mismo. Me cobran como el Costa Verde, pero me sirven como si estuviera en una campo de batalla con la comida racionada. Las piernitas de pollo que venden (porque jamás encontraré una mísera pechugita ni de una gallinita que apenas use formador), son las más chiquitas que he visto y vaya que he comido pollo en mi vida. Pero no hay de otra. Me quejo a la que parece ser la administradora de la Cafetería. Peor aún. Me mira complaciente, asiente con la cabeza y se queda sonriendo, como diciendo sí cuñadito, habla todo lo que quieras, si no lo quieres lo dejas y no almuerzas...o anda saca tu auto y disfruta del tráfico de mediodía... Le sonrío yo también. Después de todo detrás de mi sonrisa también puedo dedicarle pensamientos cariñosos propio de "parental advisory" por su contenido explícito. Si se trata de pensar detrás de una sonrisa, lo siento amiga, no tienes ni idea las cosas que puedo pensar.

Ahora falta la fila para pagar. Comienzo a pensar si no estoy perdiendo tanto tiempo como en el semáforo de la avenida. Al menos no gasto gasolina, me consuelo resignado. Dos minutos que por otros cinco dan diez. Finalmente llego y pago. Justo a tiempo. Entre el hambre y la bilis que uno hace entre tanta fila, todas las potenciales afecciones gástricas se relamen del gusto en medio de un estómago vacío.

Y me siento y es hora de comer. Busco un rinconcito donde pueda descansar de todo y de todos y lo encuentro. Empiezo a comer mientras la mente disfruta ponerse en blanco llegando a no escuchar el ruido de las conversaciones a mi alrededor. Pero alguien me despierta de mi soñar despierto. '¿Está ocupado?' tengo tantas ganas de decirle que sí, que el soldado desconocido está por llegar y yo le estoy guardando sitio, pero no me queda otra que decirle que puede sentarse. Adiós paraíso. Al menos espero que se dedique a comer y que no se le ocurra ponerse a conversar. Que ave de mal agüero que soy conmigo mismo. Arrancó el monólogo. Por más esfuerzos que hago por ser políticamente incorrecto, el mismo se tiene que convertir en conversación so pena que mi antosocialidad quede al descubierto si es que la misma no es ya de por sí evidente. Después de todo, el necio que pretendió disfrutar de un oasis en medio de una cafetería pública soy yo, que culpa tiene el tipo cuyo disfrute está en comer y conversar. O dado lo verborrágico que resulta el flaco, bien puedo decir que lo suyo es conversar y si le da tiempo, comer. Que garrón. Ahora ni disfruto la comida pasándomela casi sin masticarla para acabar lo más pronto posible, que mi diplomacia es casi tan escasa como mi paciencia. Las amenazas gastrointestinales nuevamente de plácemes. Estoy haciendo todo lo contrario a lo que recomiendan los doctores: 'mastica mucho, por lo menos veintiocho veces'. Ahora yo mastico a veces y a lo loco. Termino, y aún con la boca llena y el esófago pidiendo chepa suelto un impronunciable y en consecuencia inentendible 'buen provecho' y salgo disparado sin darle oportunidad a que haga de la despedida otra conversación.

Vuelvo a la oficina con barriga llena pero no contento. La digestión deberá hacerse un lugar entre mails, memos, despachos, llamadas y siguen firmas. Pretender hacer la misma sentadito en la cafeta unos cinco, diez minutos post comida resultó obviamente una ilusa utopía. Mientras tanto que mi auto se prepare. Mañana a las 12.00 salimos juntos. Lo voy a invitar a almorzar. Al menos él se quedará paradito en la puerta de casa sin hablar y yo podré comer apurado sí, pero haciendo del silencio un postre inigualablemente delicioso.