lunes, 27 de agosto de 2007

Nombrarte y Soñarte


Lejos del mundanal ruido
en el silencio de la noche
hablo.
Y al pronunciar tu nombre
una estrella fugaz se descubre al horizonte.

La sola sensación de nombrarte
en el silencio de las sombras,
ilumina mis palabras
y es que hablar de tí
es lo mismo que iluminar mi camino.

Resulta mágico el pronunciarte
y más aún el repetirte.
Inocente forma de tenerte a mi lado
al dormir junto a mi almohada.
Preámbulo ingenuo del soñar contigo,
de despertar al empezar a dormir que es el soñarte.

Me duermo,
y entonces las palabras dan lugar al paraíso,
el infinito placer de encontrarme contigo,
la inocultable derrota de la soledad en sueños,
la indestructible relación entre tu y yo a plenitud.

Y en medio de una noche así,
el corazón y la mente se encuentran en la enorme paradoja,
de querer seguir viviendo sin despertar nunca más.

28.06.99
(Otro rescate del archivo oscuro... y como ya la musa está volviendo, supongo que la próxima entrada dejaré el archivo en paz por un rato... por ahora la musa vino deportiva...)

(Imagen: Blown Away de Steigman)

domingo, 26 de agosto de 2007

Sin Cura


The Cure es mi grupo musical de toda la vida (basta ver cual es el título del blog). Algún día le dedicaré una entrada a ese romance tan particular que se inició allá a finales de los ochenta. Hoy no. Y es que cuando por fin se dieron las circunstancias para verlos y me animé a comprar un pasaje, a usar internet para comprar un ticket y finalmente todo estaba listo para verlos en septiembre en USA y cumplir como se dice en Argentina 'el sueño del pibe', ¡plaf!... los chicos que no lloran decidieron posponer su gira hasta el otro año.

Debo estar volviéndome viejo porque me lo tomé con demasiada naturalidad. Me dije 'Bueno...si no es no es...sin duda alguna ese viaje en ese momento no me convenía, Dios sabe lo que hace'. Y ya. No more drama. Bueno, también que cuando se tiene en la piel todavía la herida grandísima de episodios como el terremoto, uno tiene bastante claro que hay que darle a las cosas su justa dimensión.

Sí, es cierto, resulta que los muchachos darán tres conciertos en México en octubre, pero ¿la verdad? uno nunca sabe y en una de esas.... bah, si me preguntan hoy creo que dejaré el tema ahí... tal parece que como dice una de las canciones de Robert y compañía, el poder verlos en vivo, en mi caso es como 'to wish impossible things...and all I wish is gone away'.

( foto disponible en www.thecure.com )

miércoles, 22 de agosto de 2007

Entre el dolor y la tristeza surge la esperanza de la solidaridad


Mi musa inspiradora –si es que acaso tengo alguna-, parece estar todavía sepultada entre los escombros en algún lugar de Pisco, y si ya salió, espero sinceramente que su ausencia se deba a que está dando una mano ayudando a los damnificados por la tragedia que golpea al pueblo peruano, a mi pueblo. Pero aún sin ella, es hora de levantarse y de seguir porque como dice la remanida frase, la vida continúa, y en mi caso además, Dios me regaló el tener a mi familia y amigos ilesos así que ya estuvo bueno de persistir en una onda caracúlica que no me ayuda en nada a salir de ese sentimiento de enfermedad y opresión en el que ando oscilando desde el miércoles pasado y en el que tropiezo con cada noticia de réplicas -que por estos días se dejan percibir cuando menos con regularidad de una o dos diarias-.

Así que, disculpando la poca creatividad que pueda haber por estos días, no puedo seguir haciendo silencio respecto de las innumerables muestras de solidaridad que he recibido desde el referido miércoles 15, con motivo del terrible terremoto que ese día removió también hasta lo más profundo de mis entrañas.
Desde el primero momento se sucedieron las llamadas, los mails, los encuentros personales en donde la primera pregunta era indagar por mi familia. Amigos de aquellos que valen oro, compañeros de trabajo, gente de la Parroquia, gente que he conocido en el ejercicio de mi carrera profesional, mis siempre fieles amigos argentinos e inclusive solidarios 'bloggers' a quienes apenas estoy conociendo en este mundo tan nuevo y cuasi desconocido para mí que es el de las bitácoras virtuales. Todos ellos y muchos más me han desbordado de muestras de aprecio y solidaridad, de un modo tal que realmente me han confortado -y muchísimo- en medio de toda esta situación.

Un párrafo aparte se lo merece la gente dominicana. Me es difícil encontrar las palabras –recuérdese que la musa inspiradora está ausente-, para poder describir la forma en la que los dominicanos me han mostrado su solidaridad. No sé si mi familia y mis amigos lleguen a saberlo, pero de verdad, la cantidad de gente preocupada por ellos y que ora por ellos es inmensa. Y cuando les informé a los que pude que la embajada peruana está recibiendo donaciones, ahí mismo, muchos de ellos salieron a donar ropa, víveres y otros menesteres, o a hacer depósitos en las cuentas que se han abierto en el Scotia Bank -el comercial esta vez vale por el gesto de tener disponible la cuenta- de forma desinteresada y sincera. No han sido sólo mis amigos, compañeros o conocidos. Gente de la oficina con la que no he tratado o que nos hemos visto apenas alguna vez quizás en una reunión o en la cafetería, se ha acercado a preguntar por mi familia y a mostrarme su pesar por la tragedia. En la Parroquia, la gente además ha puesto en oración a la gente del Perú y en la misa del domingo, se hizo un emotivo pedido por las víctimas y damnificados del sismo. En resumen y a riesgo de ser mezquino en el recuento, las muestras de solidaridad se han seguido sucediendo sin parar.


De verdad, son muchas las cosas que me gustan de este país que me ha acogido tan generosamente. Ciertamente, también son varias las cosas que entiendo pueden y deben –en algún momento- mejorarse. Pero de lo que no me cabe duda –y esta experiencia me lo viene demostrando por si hiciera falta- es que el dominicano tiene un enorme corazón pródigo en solidaridad. Hoy quiero reconocer ello, con mi sincero agradecimiento a mis hermanos dominicanos, confiando a su vez que esa disposición en favor del prójimo se haga práctica común y sea una realidad más cotidiana también con la gente que sufre y pasa necesidad en esta hermosa isla, sin necesidad que haya tragedia alguna de por medio para que aflore dicha solidaridad. De hecho, creo que ésta última reflexión aplica para todos nosotros en cada uno de nuestros países, en donde hay muchísimas cosas en las que podemos –y debemos- ayudar. Basta ver cómo los peruanos mismos nos hemos desbordado en mil y un formas de colaboración con nuestros hermanos del sur chico... ¡si siempre actuáramos con ese desprendimiento y generosidad!... Nunca es tarde....quizás acaso esta tragedia sea un punto de partida...ojalá...ojalá.

Después de cada noche amanece. Es momento pues de levantarse para ver el sol en el horizonte y vivir el nuevo día que el Creador nos regala. Ahí vamos. Fuerza mi querido Perú.

Y a todos los que han mostrado su solidaridad, de corazón...Gracias.

(Foto de Reuters obtenida en www.yahoo.com)

jueves, 16 de agosto de 2007

Terremoto

Salgo de la Parroquia después de dedicarle un momento a María en este día de la Asunción y paso por la Funeraria. La abuelita de una amiga muy querida ha muerto. Me sorprende la paz de su rostro, es casi un angel que destila eso, paz. Es el rostro de alguien que sabe que va a encontrarse con Dios. Pocas veces ví un rostro inerte tan hermoso. Me recuerda a mi abue. Me transmite paz, sin saber que en breve iba a necesitar tanto de ella.

Suena el teléfono. Mi amigo Rafa. Me suelta el bombazo. ¿Te has comunicado con tu familia?. No, ¿Por...?. Ha habido un terremoto de 7.5 grados en tu país. ¿Quééééééé?. Gracias Rafa, hablamos luego, dejame llamar, dejame llamar. Me excuso un momento, salgo de la funeraria. La mano izquierda me tiembla vaya uno a saber porqué. Intento mantener la calma, pero la procesión va por dentro. Le pido fuerzas a Dios y le recuerdo que tengo a mi familia en su manos. Empieza la odisea telefónica. Obviamente, los servicios de comunicaciones están caídos. Llamo y llamo y nada. Llamada caída. Una y otra vez. Carajo. La mente trabaja a mil. Pensamientos que deben y no deben llegar se entremezclan en mi cabeza sin parar. Lo mejor y lo peor. Lo querido y lo temido. Querer estar allí y estar acá. Desear estar cerca y cuestionarme el estar tan lejos. El temor y la esperanza. Pero sobre todo la incertidumbre. La maldita incertidumbre.

Se me cae el celular. Me importa un bledo, aunque el aparatito apenas tenga un par de meses. Lo levanto. Ya está bautizado con par de raspones. Que me importa. Al menos sigue funcionando. Y vuelvo a insistir. Y Dios escucha mis plegarias poco a poco. Y ubico a mis hermanas, las que ya han hablado con mi padre así que también él está bien. Y mi sobrina claro, junto a ellas. Me falta mi madre. Y el teléfono nada. Cada minuto parece una eternidad. Y me dan ganas de probar si el teléfono aguanta otra caída pero esta vez intencional, de la bronca que tengo con las líneas inservibles. Qué culpa tendrá el aparatito. ¿La mano? incontrolable. En otra circunstancia me hubiera reído de mí mismo adjudicándoselo a 'la vejez'. Ahora sólo añade a la incertidumbre el desconcierto de saber porqué será.

Insisto una vez más con mi mamá, más por necedad que por certeza. Y Dios vuelve a escuchar mis oraciones. Finalmente la ubico. Gracias Dios mío es lo primero que puedo decir. Lo segundo es una grosería impublicable. Discúlpame mamá, es que tenía que decirlo, te he llamado tanto y ahora es que te puedo encontrar. Groseria impublicable II, disculpa II, y agradeciemiento a Dios II, III, IV, y siguen firmas. La incertidumbre da paso a una tensa calma. La mano se calma. Me despido de mi amiga y su familia. Me despido de su abuelita que sin duda ya está con las mías en un mejor lugar. Voy con Kelvin, otro buen amigo a visitar a Carolina, una amiga peruana cuya incertidumbre las líneas telefónicas aún no pueden eliminar. Llegamos al edificio donde vive. Carolina ya ha logrado hablar a Perú y está tranquila, más serena. ¿Quieren tomar algo? Sabes que no tomo mucho, pero hoy dame una cerveza, la más fría que tengas. Entre los veintisiete grados que se mantienen casi a las diez de la noche y toda la tensión pasada, la cerveza cae bien mientras Lucas, su inseparable perro juguetea entre mis piernas que empiezan a agarrotarse poco a poco.

Me voy al departamento donde vivo. Vuelvo a tener la suerte de hablar con mi madre. Está más tranquila. Llamo a mis hermanas y a mi sobrina. Están bien y hasta bromean. Con mi padre no hay remedio. Su teléfono nunca reaccionó, pero mis hermanas me reafirman que está bien. Llamo a mi tía en USA para que esté tranquila. Me lo agradece de corazón. Prendo la computadora, leo las primeras noticias y empiezan a contarse los muertos. Se me hace un puño el corazón. La tensión empieza a descargarse poco a poco. Piernas acalambradas, dolor en el pecho y dolor de corazón por mi país, por aquella gente fallecida, herida, damnificada. En medio de todo eso un infinito agradecimiento a Dios por mi familia. Y otro agradecimiento a los muchos amigos que me empezaron a llamar apenas se enteraron. Intenté echarme a dormir, pero no cabe duda, hoy será de esas noches donde los ojos harán huelga de ojos abiertos y no cerrarán nunca. Veo las primeras imagenes en video en la web y me estremezco de pensar en el terrible momento vivido por mis seres queridos. No sólo mi familia, sino mis amigos y hermanos y las muchas criaturas que casi todos ellos tienen ahora en su papel de padres. Pongo la radio peruana en el internet. Escucho niños en el centro de Lima a la medianoche, diciéndole al reportero que no pueden ni quieren dormir porque tienen miedo que vuelva a pasar lo que pasó. Ahora habla un señor. Tiene su familia en Ica, donde los muertos siguen subiendo, él está en Lima y no se puede comunicar. El hombre no puede más y se quiebra. La distancia y la incertidumbre lo derrotan y el pobre señor deja de hablar y rompe a llorar. Yo, que he aguantado toda la noche y que me jacto de nunca llorar, me veo reflejado en ese señor hasta hace apenas unos minutos. Tanto amor y tanta incertidumbre. Maldita incertidumbre. Y entonces, en silencio y a la distancia, no puedo evitar lagrimear con él.


domingo, 12 de agosto de 2007

Curiosidad


Tiene los ojos puestos en la ventana
mientras por su cabeza
mil recuerdos transitan a la vez.

Tiene la mirada fija en el horizonte,
mientras su corazón late inconteniblemente
y sus nervios están a punto de traicionarla.

Tiene los pies en el suelo,
pero luce tan ida que parece que pudiera levitar,
mientras nerviosamente se recoge el cabello
y ve el reloj avanzar una vez más.

Sigue mirando el horizonte
con los ojos puestos en la ventana,
con sus nervios a cuestas
y parada sin gravitar.

¿Qué esperará?

03.12.96

Angel de la guarda


Te he buscado desde siempre
y ahora vengo a darme cuenta que siempre estuviste aquí.
Soñé tanto compartir contigo sin saber quien serías
Que ahora que lo sé, no pretendo compartirte.
Quiero que seas mía,
y seguirte conociendo.
Descubrir tu mundo y abrirte el mío,
Sin ambigüedades ni convencionalismos,
Sin palabras retorcidas ni tontas cursilerías.
Simplemente siendo tú y yo.
Porque cuando estoy contigo todo cambia
Me siento distinto, feliz, renovado.
Porque cuando estoy contigo
sólo quiero vivir para hacerte feliz.
Porque cuando estoy contigo, nada temo.
Angelito de mi corazón.

(Con cariño para quienes lo inspiraron, HyO)

jueves, 9 de agosto de 2007

Choque y fuga


(Imagen disponible en http://www.elnacional.com.do)

Llevas el auto al mecánico porque te volvieron a chocar mientras estabas estacionado. Decides llevar el vehículo al taller, charlas con él 'maestro' y acuerdas tratarle toda la pintura al auto que de todas formas bien que se lo merece luego de tanto tiempo. Sol esplendoroso. Nubes negras al fondo. Tomas el taxi para volver a la oficina. Es toda una sensación agradable esa de ir en el asiento de atrás olvidándote de la tensión que genera el sortear los animales que se te cruzan cuando manejas. Y no me refiero a los perros solamente, sino a los burros a los que les regalan o compran la licencia. Claro está, esa sensación agradable deja de serlo cuando te toca un taxista con complejo de Fernando Alonso, y auto más inestable que carretilla de albañil. Llegas a la oficina. Trabajas. Termina la jornada. Te vas. Llamas otro taxi. Sales a la calle. Ufa. El sol se fue de vaca. Parece que va a llover el cielo hace rato que esta nublado. Puede ser lluvia, gotas de lluvia. No culpes a la lluvia, será que no me amas. Gotas, Gotitas, Gotazas. Sales por el taxi. Buscas el paraguas. ¿El paraguas? Mérde. Sólo a tí se te ocurre llevar el auto al mecánico hoy. Sólo al paraguas se le ocurre quedarse en el auto en el mecánico en día de lluvia. Sólo al necio que te chocó se le ocurre dañarte el auto un día antes de la recreación del diluvio universal. Y sólo al del taxi se le ocurre tener el aire acondicionado malogrado obligándote a escoger entre cerrar la ventana y soplarte los olores y humores de los asientos negruzcos y grasientos, o abrirla y seguirte mojando con el agua que cae del cielo. Que más da. El agua tarde o temprano se seca. Abres la ventana. Te mojas. Llegas a casa. Te secas. ¿Acabó el asunto?. Ya quisieras. El primer estornudo de la noche te deja en claro que la cuenta del taller tendrá que incluir un par de antigripales de los buenos. Salud. Gracias. De nada.

martes, 7 de agosto de 2007

Tesoro de Ayer

Sin duda el subconsciente nunca deja de trabajar. Cuando veía el título de mi entrada anterior (Mañana de ayer), pensaba a que se me parecía. Y se parecía, claro, a algo que alguna vez había escrito. Me dí cuenta hoy, revisando los P-Files. Siete años despues y un título similar aunque con una temática distinta... espero que no sea falta de originalidad... pero bue...será quizás que Tesoro de Ayer quería salir del anonimato hoy, así que ahí va... con toda la desvergüenza de copiarla intacto, y con la vergüenza que da el volver a verlo más de un lustro después...

TESORO DE AYER

Demora la nostalgia en desaparecer
cuando despierta conmigo tu mañana,
que es mi ayer.
Por qué te recuerdo a mi lado
mientras hoy te veo feliz lejos de mí.

Reviso el vía crucis de mis sentimientos
que fueron tuyos y hoy son de otro
empantanados en indisimulables celos vanos
en miradas de reojo,
tan directas como faros alumbrando el barco que naufraga;
en manos que se cohiben de abrazar lo que se quiere;
en amores contaminados por odios enmohecidos;
con bronca y con impotencia,
con culpable desesperanza,
con interminable ansiedad
por decirte lo que siento y no decirlo jamás.

De nada sirven revisiones,
ni nostalgias, ni ansiedades.
El cofre y su preciado contenido ha desaparecido.
Lo perdí.
Y mientras tardaba en darme cuenta,
brilla en otras manos el tesoro más preciado,
para siempre lejos de aquí,
lejos de mí.

30.05.2000

domingo, 5 de agosto de 2007

Mañana de ayer

Se levantó tarde aunque en realidad hace tiempo para ella daba lo mismo las seis que las diez, las ocho que el mediodía. Los días pasaban tan insoportablemente lentos que si por ella fuera, le encantaría despertar lo más tarde posible o sencillamente un buen día ya no hacerlo.

Pero allí estaba, despierta una vez más. Holgazaneó un rato entre las frazadas resistiendo pararse de la cama con los huesos congelados por el implacable invierno. Finalmente, se sentó en la cama y lentamente se puso las pantuflas y empezó a dar torpes pasos para desandar el día. Incómoda con el frío, evadió la ducha y se conformó con una rápida lavada de aquellas para salir del paso. Se volvió a poner aquella falda negra que venía usando durante la semana y de inmediato se puso la blusa, la chompa, la casaca y unos guantes también negros, para variar. Con desgano puso algo de agua en la tetera y una vez hervida se preparó una manzanilla que hizo las veces de frugal desayuno. Caminó entre el desorden que empezaba a hacerse común en la casa y se sentó en uno de los pocos sillones que no estaban ocupados, después de limpiar la fina capa de polvo que lo cubría.

Miró a su alrededor. Silencio y soledad. Aunque afuera uno de los vecinos tenía a todo vapor los parlantes de su radio, ella ni lo sentía. Y en realidad, la soledad era paradójica, porque mientras más sola se sentía, más acompañada estaba de sus rencores, sus odios y resentimientos. Acompañada también de ese maldito orgullo que la cegaba hasta sumirla en una infelicidad perpetua. Ya no estaba su amado esposo, muerto demasiado temprano, y no dejaba de culparlo por no dejar de fumar, por creer que su existencia venía acompañada de inmortalidad, muerto por la necedad estúpida según ella de no dejar de hacerlo ni cuando el cáncer se hizo irremediable. Para qué. Un puchito más un puchito menos, ya el daño estaba hecho. Tanto amor y tanta estupidez. Tanta falta que le hacía ahora, que tampoco estaban los hijos. Ni los dos varones, ni las dos pequeñas. Ninguno de los cuatro. Todos se habían ido. Matrimonios, viajes, simples partidas propias de un crecimiento inevitable, de un alejamiento previsible. Ninguno de ellos estaba. Y las visitas se hacían cada vez más espaciadas, cada vez menos sentidas, sumidas en un tufillo de compromiso que ni ella ni ellos podían soportar más. ¿Malagradecidos? ¿Incomprendidos? Ella los quería tanto y ellos parecían querer sacarla de su vida. Cría cuervos y te sacaran los ojos. Hijos. Quien los quiere, para que los tienes. Ni bien puedan te dejan y pasas a ser parte de un pasado que no les interesa devolver al presente ni perpetuar en el futuro. Demasiados fantasmas rondando en aquella casa gigantesca que se negaba rabiosamente a abandonar. Era su casa, alguna vez fue un hogar y jamás la sacarían de allí.

Se acercó al ventanal y detuvo su mirada en el jardín, o lo que alguna vez fue el jardín de la casa. Tierra, hojas secas, alguna basurilla de aquellas que el viento trae por aquí y que lleva por allá. Desolación. Ni siquiera estaba aquel hermoso pastor alemán que supo crecer con sus hijos, y que acompañó su soledad hasta hace un par de años, cuando se fue quedando dormidito en una esquina sin ganas de volver a vivir, mirando hacia ningún lugar hasta dejar de mirar. Ahora no habia ni hijos, ni perro, ni jardín. Sólo un cielo gris, tierra inerte y el reflejo en la ventana de un profundo dolor que sólo después de un rato comprendió que era el suyo. Era su cara y casi ni se reconocía. ¿Dónde quedó aquella muchacha que tantas fantasías y sueños de grandeza tuvo en esa infancia cada vez más lejana? ¿Dónde se fue la esposa que moría por su amor y cuyo hombre la mimaba y consentía hasta lo imposible? ¿Cuando dejó de ser la madre a la que acudían ante la primera necesidad aquellos cuatro niños, que cuando la veían y les resolvía todo, no podían irse sin decirle a mamita que la amaban? Su rostro era una sombra de lo que fue. La alegría parecía prohibida en sus facciones. Sólo había espacio para una amargura que ella sabía que no la dejaría hasta el final de sus días.

Un timbrazo violento la sacó de sus diarias cavilaciones. Aunque sabía que no debía hacerlo, le costaba no emocionarse con la cada vez más remota posibilidad de una visita amigable de alguien que pudiera ofrecerle un oasis en medio del desierto, un paréntesis en medio del insoportable discurso de desesperanza en el que se había convertido su vida. Caminó hacia la puerta, la abrió y no vio a nadie. Se dio cuenta entonces que debajo de su pie había un sobre. ¿Una carta con alguna noticia inesperada? ¿Otro recibo por pagar? ¿Quizás la promoción de alguna tienda con ofertas que nunca había solicitado? Sacó el pie, se agachó y recogió el sobre. El corazón le palpitó con nerviosismo cuando vió el nombre del remitente. Tanto tiempo había pasado desde la última vez que tuvo noticias de él. Estaba segura que no debía ser para nada bueno. Agitada llegó hasta una silla, se sentó y abrió el sobre. Para ella, la vida no volvería a ser igual.