Se fue noviembre, pero con su partida nos dejo una enorme alegría: la llegada de un sobrinito nuevo, justo cuando se deshojaba la última página del almanaque de dicho mes y se empezaba a pensar que el muchachito quería esperar hasta diciembre. No señor, para noviembre estaba, y en noviembre llegó para iluminar la vida de todos sus seres queridos.
En honor a la verdad es una cosa impresionante el proceso de traer al mundo a un nuevo ser. Esta vez pude vivir las horas previas (anduvimos en la clínica desde las dos de la tarde y el chiquilín vio la luz cerca de las nueve de la noche), y es tremendo. Imagino que si Dios dispone, en algún momento voy a vivir la experiencia como actor principal, léase, como padre, pero ahora viéndolo desde fuera, pero bien cerquita, como quien dice, desde un asiento VIP, fue algo que me impactó.
Primero reafirmar aquello que Dios sabe como hace las cosas. No es casualidad que la que dé a luz sea la mujer. Cuanta fortaleza en medio de los dolores del parto inminente. Eso del ‘sexo débil’ definitivamente tiene que ser una broma de mal gusto que ya no solamente suena anticuada, sino que luce como muestra de peligrosa ignorancia y necedad.
Y el padre. Cuanto nervio, cuanta expectativa, cuanta ansiedad, sobre todo cuando uno es primerizo. Ahí está uno luciendo tranquilo y sereno, como se requiere para transmitir la misma también a la futura madre, pero sabiendo que la procesión va por dentro y deseando que todo pase de una vez, que el muchachito llegue y que la madre y adorada esposa deje ya de sufrir. Es conmovedor y hermoso ver la unión de esas manos, la de la mujer apretando la del hombre ante una nueva contracción y la del hombre sosteniendo la de la mujer, dándole fuerza, paciencia...bah, amor, al fin y al cabo que se eso se trata todo ¿no?
Y entonces el milagro de la vida. La grandeza de Dios manifestada en la pequeñez de esa criatura que la enfermera saca cuidadosamente y coloca con cuidado en el colchoncito para que el bebe quede expuesto a la vista de toda la familia –exultante de alegría y emoción-, con gente sonriéndole y haciéndole gestos detrás de un vidrio, con un entusiasmo que emociona hasta el caracú.
Uno no deja de hacer trabajar la mente... pensar que hace menos de diez minutos, él estaba dentro del vientre de su madre, y ahora está aquí, desperezándose con olímpica indiferencia frente a las miradas de todos los que le observan, estirando sus manitas y piernitas, bostezando, abriendo y cerrando los ojos, respirando, con el corazoncito latiendo más sano y más fuerte que nunca... Hace nueve meses no existía, hace diez minutos era uno sólo con su madre...y ahora está aquí comenzando a latir...comenzando a vivir... impresionante, emocionante, y todos los calificativos similares que se puedan dar...
El milagro de la vida en toda su expresión... ¡Bienvenido al mundo querido pequeñín!
3 comentarios:
Ser padre es una sensación indescriptible. Y comparto tu opinión sobre el mal llamado sexo débil. Cuando veo el trabajo que pasa una madre desde que está en gestación y con la ternura con que tratan a los bebés aún agotadas realmente no dejo de sentir admiración por ellas, comenzando por mi esposa.
Y ahora, ya viva solamente en mis recuerdos y en mi corazón ya que desde hace 7 años y dos meses ya no está físicamente entre nosotros, admiro, quiero y entiendo más a mi madre y a sus eternos desvelos por sus hijos.
Otro "palo" de mensaje Don Peter y aprovecho para felicitar a los nuevos padres y por supuesto a su Tío Pedro.
Carlitos
Me linda publicación Pedro!! Felicidades a los nuevos padres y tios!!!
oops, MUY
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