... estoy enamorado de este lugar”... así reza esa hermosa canción de los Hijos del Sol que en la incomparable voz de Eva Ayllón nos recuerda las cosas buenas de nuestro querido Perú.
Hoy también amanecí decidido a estar enamorado de estar aquí, en el mundo, planeta tierra, vivo y respirando, después que El de Arriba me mandara par de mensajes “duros y curveros” a través de la Homilía de ayer. Y es que en plena época en donde buscar un sacerdote incoherente esta de moda y hasta llega al extremo de quedar bien en una charla entre amigos bajo la premisa que todos los curas son iguales, el buen padre Gerry, infaltable en la misa de 7 de la tarde en mi Parroquia, es una muestra de lo errónea de esa premisa, y ayer fue tocado por el Espíritu Santo para hacernos llegar un mensaje de aquellos imperdibles.
El mensaje de las lecturas de ayer domingo puede resumirse en una frase “Viejo... ¡estás vivo!, alégrate y dale gracias a Dios”, y me cayó como una bofetada en el rostro por varios motivos.
Por un lado tenía la tristeza de estar recordando en la misa a Kamel, un buen hermano de la Parroquia que de repente nos dejó para ir a la casa del Padre. Andaba meditabundo, pensando cuantas veces Kamel anduvo en esa misma misa, sirviendo ahí a la derecha del altar y este era el primer domingo donde sin duda alguna compartía la celebración dominical con nosotros pero desde allá viva, junto a su Dios y a María.
Por el otro, las últimas semanas obvié aquél mensaje de Jesús que nos dice que “donde está tu tesoro, ahí está tu corazón” y bajo la excusa de la mudanza, mi cabeza, mi corazón, mi tesoro y todo mi ser anduvo totalmente desenfocado en cosas materiales, en broncas y disgustos porque faltaba tal cosa, en una irascibilidad insoportable con las diversas personas que debían resolver diversos detalles, y en un estado de queja, crítica y desaliento, en virtud del cuál, para ser honesto, ni yo mismo me aguantaba.
En eso andaba, cuando llegó la Lectura de la Palabra y su correspondiente Homilía. Escuchar esa Palabra escrita hace tanto tiempo, que se hacía tan vigente para mí, diciéndome que la cólera dura un instante, pero la bondad del Señor es de por vida y que siendo un Señor que muta nuestro llanto vespertino en un júbilo propio del alba por el cuál bien vale darle las gracias, me llegó profundamente. Y luego en la Homilía, el mensaje recurrente: te obsesionas tanto a veces en andar quejándote, en ver todo lo malo, en criticar, en ver el lado malo de las cosas, que te olvidas de algo primordial y sencillo: la enorme bendición de estar vivo en este mundo que está a nuestra disposición para intentar ser felices mientras vida tengamos. Cuan ciegos y obnubilados podemos quedar cuando desviamos nuestro corazón y nuestra mirada de las cosas realmente importantes para hacerte un embole existencial por cosas que a la hora de la verdad resultan de lo más intrascendentes.
Menudas formas de hablarte tiene el Señor. Entiendo que las cosas no van a cambiar mucho y lo que anda mal va a seguir mal. Pero yo como que puedo variar un poquitillo la actitud. Bien vale la pena intentarlo como un gesto de agradecimiento por la vida misma. Así que nada, no tengo ni idea cuanto me va a durar y seguro no tardaré en quejarme o molestarme cuando las cosas no se hacen como se deben, pero mientras tanto, hoy me tomaré un break y no me quejaré, simplemente daré gracias a Dios por estar acá, escribiendo par de líneas que nadie va a leer, pero dándome el gustazo de hacerlo.
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