Una colega a la cual aprecio mucho anduvo de viaje por Europa hace poco. Abogada de profesión y fotógrafa de alma no desperdicio la oportunidad para desandar el camino cámara en mano y tomar hermosas fotos de todo lo que encontró a su paso.
En medio de tantas fotos, ésta me llamó poderosamente la atención. La tomó en el Distrito Rojo en Amsterdan y la muchacha obviamente ejerce el que se suele decir es el más antiguo de los oficios. Y aunque dicen -y de hecho así luce en la foto- que por esos lares lo ejercen en condiciones menos deplorables que las personas que deambulan por nuestras calles en noches oscuras en oferta al mejor postor, igual la foto es conmovedora.
La muchacha hace un intento por sonreir, pero en su mirada tiene una mezcla de dureza, vacío y tristeza. La pseudo sonrisa en sus labios se contradice con la frialdad de sus ojos, que al mismo tiempo nos cuestionan, nos dejan llenos de curiosidad.
Pero hay un detalle también muy particular. En medio de la frialdad y la dureza, de la falsa sonrisa y de los ojos tristes detrás de la ventana donde se exhibe como cualquier otra mercadería, está su mano con la cual recoje con delicadeza su cabello. Como si fuera un grito silencioso en el cual deja en claro que dentro de ella hay un mundo de ternura y dignidad.
Lo que más me impresionó fue que hace varios años, yo escribí sin razón aparente, en uno de esos ratos donde escribir mitigaba la depresión o la soledad, un dizque poema disfrazado de canción al que titulé "Curiosidad". Y si lo pusiera de subtitulo para describir la foto, no sorprendería a nadie. Curiosidad, sí, pero de esas que tiene la vida.
Tremenda foto Rossi... sigue escribiendo hermosas páginas con esa cámara en tu mano.
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