miércoles, 24 de diciembre de 2008

Que 20 años no es nada ... (¡Salud muchachos de la Gloriosa 88!)




A veces los recuerdos de la niñez son difusos, pero estoy más que seguro que mi primer día de colegio no lloré. Me recuerdo parado en medio del inmenso patio de mi colegio en medio de un montón de niños y adolescentes que se cruzaban por mi lado sin aparente intención de calmarse. De hecho, no recuerdo haber visto a algún compañero haber llorado, por lo menos no cerca de mí. Es cierto que la timidez natural que traje de nacimiento me llevó a socializar poco, pero lagrimas no hubo. A estas alturas del juego y de la vida, no tendría problema en decirlo, porque después de todo debe ser lo más natural del mundo.

El último día de colegio tampoco lloré. Tenía muchísima alegría. Yo diría que ese debe haber sido uno de los días en los que más disfruté una auténtica sensación de libertad y victoria. El cumplimiento de una etapa de la vida, la finalización del colegio, el compartir la algarabía del resto de mis compañeros, sonrientes a más no poder, descamisados todos mientras la blanca prenda perdía su pureza a punta de dedicatorias y firmas de los demás muchachos con plumón, lapicero y lo que hubiera a la mano, era un día donde uno estaba para disfrutar de lo que pasaba, y no para pensar en lo que dejaba.

¿Qué se dejaba? Once años de innumerables experiencias tras las cuáles aquel pequeñito tímido y silencioso se convirtió en el adolescente un poco menos antisocial que salió del colegio, dispuesto a enfrentar el siguiente paso, enfermo de The Cure, devoto del Alianza y seguidor de todos lo que sea fútbol. Pero se dejaban también amigos y compañeros de muchos años con los que uno creció, con los que uno se divirtió, jugó, rezó, sufrió y vivió hasta más no poder. En ese momento no era consciente –y deduzco que la mayoría de ellos tampoco- que por encima de las promesas de juntarnos y vernos para no perder el contacto, con la mayoría no nos volveríamos a ver en años, y con algunos nunca más... quien podía saber algo del futuro cuando el presente todavía no terminaba de despedirse....quien podía ponerse nostálgico a cuenta, cuando la alegría y el regocijo era el sentimiento correcto para un momento como aquél...

Guardo gratos recuerdos de mi experiencia por el colegio. Si hubiera alguno ingrato, con los años he decidido que para que el disco duro de mi memoria no se sature, debo darle delete a cosas que no aportan y dejar aquellos recuerdos que al pensar en ellos me traigan alegría y una sonrisa en la cara. Y del colegio hay muchos, tantos que no alcanzarían para ponerlos en un blog sin que se corra el riesgo de volver la nota larga, tediosa y aburrida.

¿Qué me viene a la cabeza ahora mismo?

- Los partidos de fulbito con ‘chapita’ en los recreos. Cuando había una pelota era un día especial, pero también se corría el riesgo que cuando la misma caía en pies de los de años mayores, la ‘volaran’ para embromarnos la paciencia. Con la chapita en cambio, no había pierde. Total, chapitas había para regalar... Había que ver la destreza que se alcanzaba a tener para jugar con tan diminuto ‘balón’.

- Los campeonatos de fulbito de los primeros años... yo llegue a jugar de pequeño (y mal no jugaba)... luego ya no tanto...pero en esos años el recuerdo me atraganta la garganta porque me trae a la mente a mi adorada abuelita, la fanática número uno –cuando no la única- de su nieto, que no se perdía ningún partido cuando el jugaba (como al poco tiempo ya jugaba poco y nada, mi abuelita pudo dejar sus oficios de barra brava tranquilos, je).

- Los meses de mayo. Es curioso. En aquel tiempo no terminaba de valorarlo, pero al estar en un colegio marista, mayo era el mes más especial al dedicárselo a la Virgen María. Vuelvo al punto, sentía ese regocijo especial pero se me pasaba rápidamente... y sin embargo, todo eso se me quedó grabado en algún lugar, porque la presencia de la Madre en mi vida y mi reencuentro con ella desde hace ya unos años me permitió darme cuenta que todo aquello no fue en vano, ni me entró por un oído y se fue por el otro...soy mariano, y el colegio tuvo mucho que ver en ello.

- La inolvidable ‘barra brava’ del básquet en el campeonato de Adecore del 88. En ese último año del colegio la base del equipo era obviamente de nuestra promoción. No sólo por ser los mayores, sino porque eran los mejores. Kike, Paolo y los demás muchachos impusieron desde el primer partido condiciones y nos hicieron ilusionar con ganar una medalla en nuestro último año...y la barra se fue armando y emocionando. Fanáticos como éramos del fútbol, se hizo una mezcla de costumbres de hinchadas peruanas (los ‘contómetros’ a la cabeza) con cánticos de barras argentinas (y papelitos y banderas)...y vaya que esa barra fue la mejor de todas... no sé si antes hubo en el básquet de Adecore una como aquella...y si la hubo después, pues la nuestra fue pionera. Y el equipo no nos defraudó: tras derrotar a todos los rivales, en Barranco, en el Callao y donde sea, perdió la semifinal con Santa María en un 51-50 de infarto y ganó merecidamente la disputa del tercer lugar contra Inmaculada en el Maristas, una noche en donde el legendario Cachaquito tuvo su vuelta más imborrable: Con el desparpajo que siempre tuvo, de repente cuando menos se pensaba, en un tiempo muerto salía corriendo de la barra con la bandera del colegio en la mano y daba la vuelta al court mientras la barra cantaba cuando la termina y empezaba a subir el “sube Cachaco sube, sube Cachacho sube"... un clásico... hasta que justo ese día en el Maristas, cuando subía triunfante a coliseo lleno y ovacionado por la barra, plaf! el hombre se tropieza y trastabilla, pero no perdió ni la compostura ni la frescura, se paró muerto de risa y concluyó su vuelta como si nada... ¡que grande Cachaquito!

- ¡El Club Viernes! Los viernes en la secundaria eran días especiales, no sólo porque terminaba la semana de clases, porque empezaba el fin de semana y porque al final del día podría ir a pasar el fin de semana con mi abuelita, sino porque después de clases uno se quedaba a jugar fulbito con el colegio vacío y la canchita a disposición de la veintena de muchachos que nos quedábamos hasta que la luz del solar daba paso al atardecer barranquino. El bendito Club Viernes, querido Club Viernes, inolvidable Club Viernes. Deben haber sido de los mejores momentos de mi vida en el colegio. Porque éramos un grupo de compañeros y amigos que jugábamos por el placer de compartir y de jugar fútbol. Ahí jugábamos todos: los que no sabían jugar, los malos, los cumplidores, los entusiastas, los buenos, los muy buenos y hasta los seleccionados... todos mezclados, sin distinción... disfrutando de las buenas jugadas, pero también de los bloopers hasta que el cuerpo no daba más...ahí estaba el burrito con sus disparos fortísimos que o eran gol, o dejaban un moretón al que le caía...o mandaban la pelota fuera del colegio... ahí estaba el potrillo, chazita, pofavó, el goleador histórico, foquito, toño, renzo, ivan, oscar, luchito, metaleno, el chumpi, jano, kike, aldo... todos, me faltaría espacio porque creo que en su momento todos alguna vez pasaron por el club y fueron sometidos a la correspondiente calificación de “El Gráfico” con sus particulares comentarios... esas tardes de viernes no se me borran nunca de la memoria y del corazón...

- Clases con profesores de todo tipo, queridos, resistidos, inolvidables, pasajeros; retiros, actuaciones, el viaje a Cusco al que no todos pudimos ir pero los que fueron lo gozaron, bien gozado, los muchachos que integraron la banda, los desfiles de fiestas patrias, los sanguchitos del kiosko, el descubrimiento de The Cure, y eso de ahorrar para comprar los cassettes ‘caleta’ que ‘nadie’ tenía, tantas cosas, tantos recuerdos...

Recuerdos que los muchachos en Lima podrán revivir este domingo 27 en la celebración de los 20 de la 88. Me alegra que se vayan a juntar, me alegra que la convocatoria haya prendido, y me alegra que vaya a salir lo bien que va a salir sin ninguna duda. Yo a la distancia me lo voy a perder, pero confío disfrutar los relatos, fotos y videos que a partir del lunes 28 los presentes empiecen a compartir.

Mientras, por aquí a la distancia, celebro con ellos y me aúno a ellos en el sentimiento. Y con Pablo y Aldo siempre presentes, me aúno en los canticos y festejos del Glorioso TriCampeón en sus 20 años.... ¡Vamos 88 Corazón!

lunes, 1 de diciembre de 2008

¡Bienvenido al Mundo!



Se fue noviembre, pero con su partida nos dejo una enorme alegría: la llegada de un sobrinito nuevo, justo cuando se deshojaba la última página del almanaque de dicho mes y se empezaba a pensar que el muchachito quería esperar hasta diciembre. No señor, para noviembre estaba, y en noviembre llegó para iluminar la vida de todos sus seres queridos.

En honor a la verdad es una cosa impresionante el proceso de traer al mundo a un nuevo ser. Esta vez pude vivir las horas previas (anduvimos en la clínica desde las dos de la tarde y el chiquilín vio la luz cerca de las nueve de la noche), y es tremendo. Imagino que si Dios dispone, en algún momento voy a vivir la experiencia como actor principal, léase, como padre, pero ahora viéndolo desde fuera, pero bien cerquita, como quien dice, desde un asiento VIP, fue algo que me impactó.

Primero reafirmar aquello que Dios  sabe como hace las cosas. No es casualidad que la que dé a luz sea la mujer. Cuanta fortaleza en medio de los dolores del parto inminente. Eso del ‘sexo débil’ definitivamente tiene que ser una broma de mal gusto que ya no solamente suena anticuada, sino que luce como muestra de peligrosa ignorancia y necedad.

Y el padre. Cuanto nervio, cuanta expectativa, cuanta ansiedad, sobre todo cuando uno es primerizo. Ahí está uno luciendo tranquilo y sereno, como se requiere para transmitir la misma también a la futura madre, pero sabiendo que la procesión va por dentro y deseando que todo pase de una vez, que el muchachito llegue y que la madre y adorada esposa deje ya de sufrir. Es conmovedor y hermoso ver la unión de esas manos, la de la mujer apretando la del hombre ante una nueva contracción y la del hombre sosteniendo la de la mujer, dándole fuerza, paciencia...bah, amor, al fin y al cabo que se eso se trata todo ¿no?

Y entonces el milagro de la vida. La grandeza de Dios manifestada en la pequeñez de esa criatura que la enfermera saca cuidadosamente y coloca con cuidado en el colchoncito para que el bebe quede expuesto a la vista de toda la familia –exultante de alegría y emoción-, con gente sonriéndole y haciéndole gestos detrás de un vidrio, con un entusiasmo que emociona hasta el caracú.

Uno no deja de hacer trabajar la mente... pensar que hace menos de diez minutos, él estaba dentro del vientre de su madre, y ahora está aquí, desperezándose con olímpica indiferencia frente a las miradas de todos los que le observan, estirando sus manitas y piernitas, bostezando, abriendo y cerrando los ojos, respirando, con el corazoncito latiendo más sano y más fuerte que nunca... Hace nueve meses no existía, hace diez minutos era uno sólo con su madre...y ahora está aquí comenzando a latir...comenzando a vivir... impresionante, emocionante, y todos los calificativos similares que se puedan dar...

El milagro de la vida en toda su expresión... ¡Bienvenido al mundo querido pequeñín!

viernes, 28 de noviembre de 2008

50 días


 

Resulta que estoy a 50 días de unirme en sagrado matrimonio con mi amada novia. 50 días. Una eternidad y una brevedad al mismo tiempo. Con contradictorios sentimientos respecto al transcurrir del tiempo. De a ratos, deseando despertar y que ya sea 17 de enero, y estar ahí, junto a ella, agarraditos de la mano, en frente de nuestro Señor con la Madre como testigo amoroso e intercesor. Pero también, con ganas de que los días pasen un poquito más lentos y uno pueda saborear cada minuto de estos días, disfrutar –sí, digo bien, difrutar-, las correrías, los arreglos, el stress pre nupcial, esa ansiosa inquietud que se produce en uno conforme se acerca ‘el día’. Solamente una vez amé en la vida dice una canción, pues solamente una vez pretendo casarme, así que a medida que pasan los días es paradójico, pero siento cierta nostalgia por los días que van pasando de ese proceso tan especial que se da entre que entregas el anillo, y te casas. Sin embargo la nostalgia hace un contrapeso singular con las ganas enormes de casarme, y de poder estar ya juntitos para siempre, mi amada mujer y yo.

Cuando miro para atrás sonrió preguntándome donde quedó aquella ‘roca’ inexpugnable que se jactaba a voz en cuello de ser impermeable al amor y a las relaciones de pareja; donde quedaron mis frases de cabecera que repetía como latiguillo ante cualquier circunstancia: ‘por eso no me caso’, ‘por eso no tengo novia’; repetidas como si fueran letanías, las había hecho creer en la gente, pero lo mejor –o lo peor- del caso era que yo mismo me la había creído.

Y ahora nada. De roca solamente tengo el nombre, y de impermeable solamente el abrigo que compre para guarecerme del frio en nuestros próximos viajes. Incluso hasta mi reconocida fama de “Grinch” anti navideño ha quedado en seria duda, ante mis nuevas manifestaciones de bienvenida a las fiestas de fin de año. Bue, es cierto... la nostalgia y particular sensación de ‘no se qué’ que me produce la Navidad, no se va a ausentar de mí de la noche a la mañana, pero, estando a punto de unirme con una mujer que ama y disfruta con pasión cada momento de la Navidad, no puedo sino irme acostumbrando a añorar menos y a celebrar más.

Los 50 días antes de “Normandía” me toman también a la expectativa de poder reencontrarme con afectos míos de quienes me separa la distancia, pero me une de forma indestructible un aprecio y un cariño que dura “por todas las edades” como dice el Salmo. Esa posibilidad de abrazar, besar, conversar, compartir y ser anfitrión de ellos, me origina una sensación de alegría, que unida a la expectativa me tienen lleno de ganas que lleguen ‘ya’, de una buena vez. Por lo pronto, mi madre cual soldado líder del pelotón de avanzada, llega pronto y tenerla a mi lado será más que especial.

No voy a negar que en el proceso no son pocas las veces que pienso en mi adorada abuelita. Sé, por fe, que ella lo ve y lo disfruta desde arriba, bien acompañada de El que todo lo puede. Pero no voy a negar que me hubiera encantado que ella compartiera físicamente el momento conmigo. Pienso a veces lo bien que le hubiera caído mi novia y viceversa, y lo divertido que hubiera sido tenerla ‘metiendo la cuchara’ en los preparativos. No está, pero está. Porque su presencia en mi vida es permanente y mi recuerdo hacia ella no tiene descanso. Siempre presente y siempre amada.

Son momentos especiales ciertamente. No los había vivido antes y no volverán a pasar, así que corresponde disfrutarlos y eso trato. Mañana serán un grato recuerdo que uno no se cansará de contar cuantas veces se lo pidan. Mientras tanto, es un hermoso presente regalado por Dios, en donde comienzo a ver como mi ruta arriba a un cruce de caminos en donde se une con otro, hermoso, único e incomparable él (bueno, ella), para hacerse uno solo de allí en más. Un camino a recorrer juntos y para siempre.

50 días... y yo aquí... parado entre la eternidad y la brevedad, sostenido en el amor...

(Foto disponible en www.gettyimages.com)

Taxi Silence


*Las historias de taxi están bastante lejos de la insoportable pseudo poesía del insoportable Arjona. Eso sí, no dejan de ser ricas en contenido independientemente que algunas veces resulten simpáticas y otras veces relatos cercanos a cuentos de terror. Al abrir esta etiqueta planeo de cuando en cuando escribir algunas experiencias que me puedan acontecer en los taxis, en este caso, en la capital dominicana, Santo Domingo de Guzmán. Obviamente, como siempre la aclaración que el porcentaje de realidad y de creación dentro del relato, queda al libre albedrío del escritor. En cuanto al porqué tomo taxis de cuando en cuando queda explicado en la primera entrada de esta sección.

 

Tengo cita con el dentista al mediodía. Voy al dentista los sábados pero esta semana no hubo remedio así que opté por sacrificar la hora de almuerzo en aras de la salud bucal. Antes de llamar el ascensor, llamo a la compañía de taxis para que me envíe “una unidad” en el término de la distancia. Hay que pedirlo “confortable y con aire” para que se dignen enviarte una unidad más o menos decente, y sobre todo, para no soasarme de calor dentro del vehículo en medio del caluroso mediodía caribeño. El operador me confirma la “noventa sie-te-cua-tro, noventa siete –cua-tro, rojo, rojo, tres minutos tres minutos”. Yo ya sé que esos tres minutos usualmente se multiplican por cuando menos 3 y que las unidades suelen llegar a los diez minutos salvo honrosas y contadas excepciones.

¿Por qué pido un taxi teniendo mi auto? Por razones de costo-beneficio. El dentista queda lo suficientemente lejos como para que el tramo no baje de veinte minutos en el mejor de los casos y al mediodía el calor es el menor de los males. El tráfico capitaleño se torna (más) insoportable y por encima de ahorrar o no combustible, el verdadero ahorro lo tengo en reducción de stress, bilis, malas palabras, que son las que me fluyen como a la flor de la canela ante las tropelías que se cometen en las calles de esta ciudad, cada vez más llena de autos y menos provista de alternativas de desahogo a los descomunales “tapones” que se forman por doquier. Así que el costo es no ir en mi auto y tener que llamar un taxi de ida y de vuelta, pero el beneficio está en la salud mental que conservo sentado en el asiento de atrás curioseando las funcionalidades de mi celular.

Aunque a veces el costo sube un poquito...

El taxi llega con puntualidad inusual antes de los cinco minutos. Me subo concentrado en mis cosas y sin ganas de tener mayor conversación con el taxista. Guardo la secreta esperanza que tenga prendida la radio para escuchar a Trespatines en la Tremenda Corte, que todos los días a las 12.00 divierte por las ondas de una de las radios más populares de la ciudad. Pero la única radio prendida es la que mantiene comunicadas las unidades con el operador, así que no pierdo tiempo en averiguar si la radio funciona, sino que me meto en el internet a ver algo de noticias de Perú.

 

Dije que no tenia ganas de conversar, pero no dije que por el contrario, el taxista tenía una idea bastante distinta a la mía. Me imagino que al no tener una radio que lo distraiga, el pobre hombre debe tener como tabla de salvación (o de conversación) a los clientes que vaya recogiendo; de haber sabido el que le iba a tocar creo que él hubiera preferido seguir dando vueltas...

No sirvió ni siquiera poner mi mejor onda caracúlica. Ni bien arrancó comenzó... ¿Esta usted trabajando temporalmente por acá?... ¿Eh? (cara de no me preguntas más). No, no, puf, yo trabajo aquí hace tiempo, hace tiempo (vuelta a mirar el celular a ver si entiende la indirecta)... ah, osea que ya tiene tiempo trabajando acá... ¿Eh?, sí, sí... (al menos no me preguntó si era ecuatoriano, mexicano, centroamericano o lo que sea con lo que los taxistas intentan adivinar mi nacionalidad sin acertar salvo que sea un taxista que tiene algún amigo o conocido peruano y entonces cuando le acierta dice con singular gracia “le reconocí de inmediato el acento”...)

Creo tontamente haber acabado con las fuerzas conversadoras del taxista cuando ahí nomás vuelve al ataque... ¿este tráfico si que está insoportable eh, ah, no? ... ¿Eh?, seee, seee, insoportable insoportable... ahí mismo nomás llamo a alguien para hablar por teléfono un rato y ver si así el don capta el mensaje. Cuelgo rápido y ante la incomodidad del silencio próximo a romperse, opto por cerrar los ojos y adoptar una actitud de relajación, a ver si el buen hombre deja descansar...

A esta hora cualquier ruta para llegar donde vamos está complicada eh, por cualquier lado se complica y se demora, como sea hay que pasar por la 27*, y luego cualquier callecita esta llena de policías acostados*, una vaina ¿eh, ah no? ... (sí es una vaina) ajá... eso es lo único que suelto junto a una mirada de reojo al retrovisor desconfiando del taxista. ¿Me está diciendo eso solo para conversar o porque me está anestesiando la tarifa que me va a cobrar al llegar a destino?

¿Vio? ¿vio? (que carajo voy a ver si tengo los ojos cerrados jetón) esta ruta que tomé fue más rápida...y déjeme coger este carril para doblar, que si cojo el otro (léase, el que realmente debería tomar) no vamos a doblar nunca... uepa! Ahí están las de tránsito llenándose los bolsillos con la multas, me voy a poner ésta vaina (la vaina es el cinturón y yo no me había percatado que el tipo no lo llevaba puesto)... ya está me lo voy a quitar, a no me gusta estar usando esta vaina, no me gusta andar ajustado, jeje, voltea el hombre tratando de ser simpático y buscando que yo me solidarice con su imprudencia. A mal árbol se arrima. Levanto la mirada por cuchucientava vez y con la mejor mala onda del mundo trato de apegarme a las reglas de tránsito... a mi me parece que usted debería usarlo... señor... la sonrisa desaparece de la faz del taxista y por fin logro un silencio que apreciaré hasta el final del camino, cuando por toda venganza por mi nula solidaridad, hizo lo que supuse desde que soltó aquel comentario de la distancia: cobrarme diez pesos más de lo normal...

Y bueno... si pagando esos diez pesos adicionales podía por fin tener algo de silencio, entonces valía la pena pagarlos y los pagué... total, me dije, en el dentista tengo que tener la boca abierta y si el doctor se pone a conversar tengo la excusa perfecta para no contestar... doctor, no le puedo contestar, ¡porque usted me está atendiendo!

(Foto disponible en www.freefoto.com)

jueves, 22 de mayo de 2008

Homesick


El sol ilumina de manera inclemente el cielo caribeño. Pero mis nubarrones auto concebidos forjan mi oscuridad. Gris. Opaco. Nuboso. No hay presente, ni futuro, y el pasado es un hermoso recuerdo que al volcarse a mi memoria se convierte en dolorosa nostalgia. Y recuerdo. Y sonrío. Y sufro. Y lloro. Y reviento en bronca interminable. Con mi nostalgia y conmigo mismo. Negado a reanudar el desandar de mi actualidad. Negado a crear las bases de mi mañana. Estacionado en nostalgia. Dolorosa nostalgia. Ridícula nostalgia. Tiempos pasados que fueron mejores. Tiempos presentes mejores que los futuros, Tiempos futuros que no tengo ignota idea si acaso llegarán. Nostalgia. Insoportable nostalgia. Vuelvo mis pensamientos a tí. Y entonces empiezo a extrañar aquellos tiempos cuando no te extrañaba. Nostalgia. Maldita, bendita, inseparable nostalgia.

Foto disponible en freefoto.com

El Blogger Pródigo ataca de nuevo

No estaba muerto, andaba de parranda (Chespirito dixit). La musa un día se desapareció y no dejó rastro. Al principio ni la busque pensando que volvería pronto y cuando me dí cuenta se había pedido de tal forma que cuando me puse a buscarla nunca la pude encontrar. De hecho, ahora mismo sigue perdida, pero he decidido volver a escribir, a ver si un día se da una vuelta por acá, ve que todavía vivo, y se anima a hacer las paces conmigo.
Mientras tanto intentaré escribir, sin rumbo ni musa. Pero trataré de hacerlo. Aunque no me lea ni la musa ni mis queridos bloggers que tanto me consideraban con sus comentarios y que bien pueden obviar el regreso de este blogger pródigo. Bien merecido me lo tendré.
Saludos pues, a todos (o a nadie, eso pronto lo sabré).