jueves, 16 de agosto de 2007

Terremoto

Salgo de la Parroquia después de dedicarle un momento a María en este día de la Asunción y paso por la Funeraria. La abuelita de una amiga muy querida ha muerto. Me sorprende la paz de su rostro, es casi un angel que destila eso, paz. Es el rostro de alguien que sabe que va a encontrarse con Dios. Pocas veces ví un rostro inerte tan hermoso. Me recuerda a mi abue. Me transmite paz, sin saber que en breve iba a necesitar tanto de ella.

Suena el teléfono. Mi amigo Rafa. Me suelta el bombazo. ¿Te has comunicado con tu familia?. No, ¿Por...?. Ha habido un terremoto de 7.5 grados en tu país. ¿Quééééééé?. Gracias Rafa, hablamos luego, dejame llamar, dejame llamar. Me excuso un momento, salgo de la funeraria. La mano izquierda me tiembla vaya uno a saber porqué. Intento mantener la calma, pero la procesión va por dentro. Le pido fuerzas a Dios y le recuerdo que tengo a mi familia en su manos. Empieza la odisea telefónica. Obviamente, los servicios de comunicaciones están caídos. Llamo y llamo y nada. Llamada caída. Una y otra vez. Carajo. La mente trabaja a mil. Pensamientos que deben y no deben llegar se entremezclan en mi cabeza sin parar. Lo mejor y lo peor. Lo querido y lo temido. Querer estar allí y estar acá. Desear estar cerca y cuestionarme el estar tan lejos. El temor y la esperanza. Pero sobre todo la incertidumbre. La maldita incertidumbre.

Se me cae el celular. Me importa un bledo, aunque el aparatito apenas tenga un par de meses. Lo levanto. Ya está bautizado con par de raspones. Que me importa. Al menos sigue funcionando. Y vuelvo a insistir. Y Dios escucha mis plegarias poco a poco. Y ubico a mis hermanas, las que ya han hablado con mi padre así que también él está bien. Y mi sobrina claro, junto a ellas. Me falta mi madre. Y el teléfono nada. Cada minuto parece una eternidad. Y me dan ganas de probar si el teléfono aguanta otra caída pero esta vez intencional, de la bronca que tengo con las líneas inservibles. Qué culpa tendrá el aparatito. ¿La mano? incontrolable. En otra circunstancia me hubiera reído de mí mismo adjudicándoselo a 'la vejez'. Ahora sólo añade a la incertidumbre el desconcierto de saber porqué será.

Insisto una vez más con mi mamá, más por necedad que por certeza. Y Dios vuelve a escuchar mis oraciones. Finalmente la ubico. Gracias Dios mío es lo primero que puedo decir. Lo segundo es una grosería impublicable. Discúlpame mamá, es que tenía que decirlo, te he llamado tanto y ahora es que te puedo encontrar. Groseria impublicable II, disculpa II, y agradeciemiento a Dios II, III, IV, y siguen firmas. La incertidumbre da paso a una tensa calma. La mano se calma. Me despido de mi amiga y su familia. Me despido de su abuelita que sin duda ya está con las mías en un mejor lugar. Voy con Kelvin, otro buen amigo a visitar a Carolina, una amiga peruana cuya incertidumbre las líneas telefónicas aún no pueden eliminar. Llegamos al edificio donde vive. Carolina ya ha logrado hablar a Perú y está tranquila, más serena. ¿Quieren tomar algo? Sabes que no tomo mucho, pero hoy dame una cerveza, la más fría que tengas. Entre los veintisiete grados que se mantienen casi a las diez de la noche y toda la tensión pasada, la cerveza cae bien mientras Lucas, su inseparable perro juguetea entre mis piernas que empiezan a agarrotarse poco a poco.

Me voy al departamento donde vivo. Vuelvo a tener la suerte de hablar con mi madre. Está más tranquila. Llamo a mis hermanas y a mi sobrina. Están bien y hasta bromean. Con mi padre no hay remedio. Su teléfono nunca reaccionó, pero mis hermanas me reafirman que está bien. Llamo a mi tía en USA para que esté tranquila. Me lo agradece de corazón. Prendo la computadora, leo las primeras noticias y empiezan a contarse los muertos. Se me hace un puño el corazón. La tensión empieza a descargarse poco a poco. Piernas acalambradas, dolor en el pecho y dolor de corazón por mi país, por aquella gente fallecida, herida, damnificada. En medio de todo eso un infinito agradecimiento a Dios por mi familia. Y otro agradecimiento a los muchos amigos que me empezaron a llamar apenas se enteraron. Intenté echarme a dormir, pero no cabe duda, hoy será de esas noches donde los ojos harán huelga de ojos abiertos y no cerrarán nunca. Veo las primeras imagenes en video en la web y me estremezco de pensar en el terrible momento vivido por mis seres queridos. No sólo mi familia, sino mis amigos y hermanos y las muchas criaturas que casi todos ellos tienen ahora en su papel de padres. Pongo la radio peruana en el internet. Escucho niños en el centro de Lima a la medianoche, diciéndole al reportero que no pueden ni quieren dormir porque tienen miedo que vuelva a pasar lo que pasó. Ahora habla un señor. Tiene su familia en Ica, donde los muertos siguen subiendo, él está en Lima y no se puede comunicar. El hombre no puede más y se quiebra. La distancia y la incertidumbre lo derrotan y el pobre señor deja de hablar y rompe a llorar. Yo, que he aguantado toda la noche y que me jacto de nunca llorar, me veo reflejado en ese señor hasta hace apenas unos minutos. Tanto amor y tanta incertidumbre. Maldita incertidumbre. Y entonces, en silencio y a la distancia, no puedo evitar lagrimear con él.


5 comentarios:

Sol dijo...

Comparto contigo ese puño en el estómago de la incertidumbre. El dolor humano siempre me duele, yo normalmente trato de esquivar las fotos y reportajes y videos cuando ocurre algo asi, porque me rompo. Pero tratándose de mi país, era inevitable que busque fotos y reportajes y videos, tambien inevitable que me rompa.

Que bueno que tus familiares estan todos bien. Igual yo. Es realmente una suerte.

Un abrazo grande.

Pedro Ramírez P. dijo...

tu lo has dicho Sol. todavía es muy duro, todavía es muy fuerte... pero en medio de todo la familia y los amigos estan bien...eso reconforta mucho... aunque el corazón sigue en vilo y la mano pide permiso para temblar...
abrazo reciproco

ItoCuaz dijo...

No soy peruano, no, pero esto en nada tiene que ver con nacionalidades. No quiero decir "comparto la pena" para no escucharme como presidente pero, te confieso, que cuando lei la noticia senti un hueco profundo en el estòmago... Me duele Perù, me duele porque lo sabe México.

Un abrazo

YEL dijo...

Pedro, me alegra saber que tus familiares estén todos bien (igualmente para sol)...

Realmente es una gran y lamentable tragedia para el Perú. Las tragedias humanas de alguna manera uno lo siente aún cuando no le afecte directamente…Ese mismo temor de los niños del centro de Lima - de que pudiera suceder de nuevo cuando estén durmiendo - las sufrieron igualmente unos primos míos hace unos años (en otro país, otro continente...)

Esperemos que las ayudas lleguen con rapidez y eficacia a quienes los necesiten y el pueblo peruano pueda reponerse lo antes posible. Y aquellos que han sufrido pérdidas, ojalá que puedan encontrar paz y consuelo…

Abrazos.

P.D. Gracias por visitarnos recientemente. Siempre eres bienvenido.

kate dijo...

Me alegro que tu familia este bien, y me uno al dolor de tus hermanos peruanos en este dificil momento.

Un abrazo,